No quedan cementerios en Zimbabue y Mugabe no se muere.

En Diciembre, dediqué uno de mis textos a Aisha, un niño de cinco años de Zimbabue, muerto por la epidemia de cólera. Aquel día escribí, y hoy puedo decir que tenía razón: “Ningún programa de las mañanas pedirá que alguien meta en la cárcel al hijo puta de Mugabe”.

Ya no quedan cementerios en Zimbabue, según las ONG´s, y tampoco les quedan oraciones a los creyentes, energías a los luchadores, ni dinero a los que deben dar de comer a la gente.

El 70% de la población depende de una ayuda humanitaria que este mes sólo podrá facilitar cinco kilos de alimentos por habitante, frente a los doce que recomienda la ONU.

Miles de zimbabuos se enfrentan a la muerte tras el brote de cólera. Pero si sobreviven la malaria o el Sida acabará con ellos. El sistema sanitario del país, que llegó a tener en los setenta los mejores hospitales del Sur de África, ha quebrado ante la desidia del gobierno.

Mugabe, negó la epidemia, como ha negado tantas otras cosas. El héroe de la independencia de la antigua Rodesia del Sur, y ahora eterno Presidente, es un impresentable dictador (y no me trago su pasado progresista, antiimperialista y esas zarandajas; si alguien insiste otro día hablamos de este hijo de puta).

¿Por qué hablo de Zimbabue? Porque me niego a que sólo exista lo que sale en la tele, No me cabe duda que el asalto a Gaza es un insulto al sentido común, a la paz y al derecho de los pueblos. Pero pido la misma energía y cabreo contra todos esos pedazos de África que se deshacen, desaparecen, mueren…mientras las cancillerías miran sólo allí donde va la CNN