Un amigo o amiga con beneficios es aquel
que llega, ensucia tu cocina, desordena tu cama y desaparece.
No hay compromiso, no hay coste. Es feliz. Ese es el tipo de gorroneo que han
querido votar los ingleses.
No hay nada más venal que responsables políticos difundiendo
visiones poco realista de las posibilidades de un país. Un loco antieuropeo
hizo creer a los griegos que podían abandonar los rescates y permanecer en el
euro. Un loco inglés, acompañado esta vez de un fascista xenófobo, ha hecho
creer a los ingleses que pueden aprovecharse del mercado único sin coste
alguno.
Si Ustedes han quedado ahítos de las sandeces de nuestra campaña,
hubieran quedado espantados de las mentiras con la que los del Brexit han
construido su éxito. Sin embargo, el
resultado tiene que ver con esas mentiras, especialmente sobre la inmigración,
pero también con la ira de esas clases medias y sus hijos que observan que los
sujetos de la globalización (es decir, los que viven en Londres) están viviendo
a su costa.
Se habla mucho del europeísmo de los jóvenes…quizá sería más
preciso hablar del europeísmo de los jóvenes que viven en Londres; los que
viven fuera, acosados por el paro, los salarios de miseria y los servicios
públicos insuficientes han dado la espalda a Europa y al líder que les salvaría
de la austeridad, el Señor Corbin.
Los políticos ingleses, me temo que de todo el arco parlamentario,
quieren ser las amistades con beneficios de Europa. Apalancarse en nuestro
mercado mientras dejan de pagar por pertenecer a ese mercado y empiezan a
expulsar inmigrantes.
En realidad esta es la filosofía que ha contaminado la política
inglesa durante siglos y alentado el bipolar discurso conservador, que no ha
dudado en convertir la integración europea en almoneda, para resolver un
problema que tenía el partido pero no su pueblo. Cameron no quiere pasar a la
historia como el que firmó la petición de divorcio; le es suficiente con ser el
listo que destrozó su partido, desarticuló territorialmente el país y lo metió
en un crisis por décadas.
Los europeistas oficiales, la socialdemocracia, no han querido,
durante años, hacer un discurso que liberara de prejuicios antieuropeos la
conciencia social. Corbin ha llevado al extremo esta desidia. Asesorado por el
mismo tipo de gente antieuro que llevó a Varoufakis al desastre, se ha puesto
de lado como si el asunto no fuera con él. Pero iba: tan malo para los pueblos
como los políticos venales son los que desaparecen el día de las grandes
decisiones.
Ahora Inglaterra quiere beneficios, a eso le llaman “la
desconexión constructiva”. Los líderes europeos en pleno ciclo electoral,
especialmente franceses y alemanes, van a decir que no. Y que quieren que les
diga, sin que sirva de precedente, me parece que tienen razón.
Convendría, eso si, que la reconstrucción tras la
desaparición del amante inglés, fuera capaz de recuperar algo del aliento
estratégico, modelo social y aliento global solidario sobre el que se construyó
la Unión. Demasiado para el actual liderazgo, sospecho.