Soy un dragón furioso pero Puigdemont no es San Jorge.

Soy culpable: cito de memoria en castellano a Verdaguer, imperdonable afrenta (“Cuando te miro en la falda de Montjuic sentada…”). Culpa de mi padre, catalán y barceloní, que creía, al igual que Verdaguer y Cervantes, que Cataluña era “archivo de cortesía” y no molestaría a nadie que un humilde aragonés citara la Oda a Barcelona en castellano. 

Incluso, en acceso incontenible de furia, suelo recordar que mi errado padre – empeñado en traducirme su lengua- también me enseñó a decir, como Espriu, “recuerda siempre esto Sefarad” 

Ese poema de Espriu trata de la concordia. O sea, que no importa tanto en que lengua se recita sino lo que dice: “ningún pueblo debe morir por un hombre solo, recuerda esto Sefarad”. Deduzco, igualmente, que ningún pueblo debe morir por un imbécil, por muy Presidente de la Generalitat que sea.

Uno tendería a creer que la amenaza a los pueblos vendría de quien ha aumentado el déficit más que nadie al tiempo que recortaba el gasto social más que nadie.  O de quien pone el tipo marginal del IRPF más alto de toda España mientras acumula la deuda más alta de toda España. 

Pero no; la historia europea más dramática nos enseña que la pequeña burguesía cabreada y los hijos e hijas airados de la pequeña burguesía empobrecida tienden a buscar enemigos en el exterior, de raza o creencia, que justifiquen sus desmanes. 

Así que no le den vueltas: la culpa del déficit público y social catalán y sus horrendos fundamentos la tienen los extremeños, por un poner, y la del fiasco del proyecto político de la dirigencia catalana la tenemos quienes no andamos en la colla del nacionalismo, convertidos en furiosos dragones por gracieta de Puigdemont que, se ponga como se ponga, tiene más de predicador que de San Jorge.

Pero lo ha dicho Puigdemont y, por muy imbécil que les suene la cosa, si el aserto es nacional y nacionalista, no es, naturalmente, erróneo sino verdad verdadera.

Mi padre me enseñó aquello que pretendía  Espriu: ” I mira de comprendre i estimar les raons i les parles diverses del teus fills”. Pero el caso es que eso no me libra de ser un furioso dragón que, al parecer, amenaza a los catalanes y catalanas más que su propio gobierno. Porque resulta que no debemos comprender sino acatar, so pena de que Puigdemont nos convierta en fieras furiosas.

Naturalmente, estas sandeces – y las graves cosas que esconden y que por desgracia ya no son tan sandeces – serán culpa de Rajoy; porque si no fuera por él, faltaría más, ningún independentista diría tonterías y menos aún amenazaría a nadie con lancear o quemar a los identificados como dragones. Si no fuéramos de la caverna entenderíamos las ansias presidenciales por matar dragones. 

Mi padre también me enseñó, anys enllá, a leer a Marti i Pol. Así que mientras espero que venga el imbécil de Puigdemont a clavarme una lanza les dejo con unos pocos de sus versos: “res nos ens commou com saber-nos deutors d´aquells records …invocant-los vivim…l´orgull de ser qui som ja fa deu segles”.