Alberto, las audiencias son inmisericordes

Alberto esta enojado. Llega la semana de los debates y no le llaman. Oh, cielos, ha descubierto que hasta las nuevas cadenas de la radical clase media, esas a las que los progres del momento adoran, se mueven por los mismos criterios que la comunicación de la vieja política.

Se saca en la tele al poder, a los amiguetes y a quien da audiencias. Porque, qué barbaridad, hasta las nuevas cadenas del cambio buscan la pasta y el amigueo con el poder. No sé donde vamos a llegar.

La televisión de amiguetes y sus debates no es democrática, no lo es; tampoco respetuosa con la pluralidad política. Pero es que el sobrevalorado periodismo de Antena 3,  La sexta o Ferreras nunca ha sido otra cosa que manipulación, invención de fuerzas políticas, operación para que el cambio se oriente a la derecha. Tan falto de pluralismo es hoy como cuando usaron la imagen de Garzón para liquidar izquierdas.

Nunca fueron los medios hoy criticados otra cosa que lo que son. Pero el asunto es sencillo: si en lugar de estar compitiendo para sacar un diputado y llegar al tres por ciento, anduviera Alberto por el diez y aportara audiencia, saldría en la foto de los debates. Es el coste de la irrelevancia.

El hashtag #SinGarzónNoHaydebate del nuevo equipo de campaña, el de siempre abandonó el barco para pasarse al enemigo tras acabar con su función liquidadora, como por otra parte les había prometido su jefe, es solo un ejercicio de voluntarismo tan patético como la carrera de Garzón por buscarse nuevos vehículos electorales.

El drama para Alberto es que #SinAlbertoSiHayDebate, porque a pocos interesa lo que Alberto diga. Es lo que hay.

Quizá Garzón encontraría la respuesta a su irrelevancia si analizara el camino que va de la expectativa del 16% de hace un año a las perspectivas de rala supervivencia de la actualidad.

Quizá encontraría la respuesta en la forma en la que, de la mano del más rancio comunismo de Centella, devaluó, haciéndole el juego al PSOE y Podemos, el acuerdo de gobierno de Andalucía y el esfuerzo de Maillo.

Quizá una de las razones de estar fuera de la pomada es la forma miserable con la que enterró el esfuerzo de Luis García Montero, apoyando fórmulas de las que luego le han excluido de patético modo.

Desearía que la Junta Electoral acabe con todos los debates a cuatro, a tres y a dos, con un único objeto: defender el pluralismo y desenmascarar a los sobrevalorados y sobrevaloradas profetas del nuevo periodismo.

Pero se me da una higa la opinión de Alberto, portavoz de una nueva máscara electoral del grupo de presión comunista que tiene que ver más con los intereses espurios del sectarismo radicaloide que con la izquierda política.

Alberto Garzón declaró, mientras sus conmilitones se batían el cobre contra la derecha en Madrid, que había “otras izquierdas a las que votar”. Eso me pasa a mí cuando oigo de hablar de Garzón

Alberto, las audiencias son inmisericordes, solo financian relevancia: hay otras izquierdas a las que votar, seguro que las encuentro.