La unidad popular y el jardín de los egos.

Pablo iglesias firma un artículo en el que nomina como Pablo Iglesias al líder de los laboralistas británicos, que, afirma el mismo, es normal que lo comparen con Pablo Iglesias. Alberto Garzón quiere competir con Pablo Iglesias y monta un chiringuito para su mayor honor y gloría,  nueva máscara del PCE y fingir unas primarias que el también quiere, faltaría más, que le voten los amiguetes.

Eso si, tanto a Pablo como a Alberto se les da una higa los partidos en los que militan o con los que se coaligan: ni les importa hacerles desaparecer ni  les importa hacerles perder votos con discursos que en Catalunya nunca se practicaron desde la nunca mejorada definición del PSUC (“es catalán el que vive y trabaja en Catalunya”, diga lo que diga Pablo).

Pero es que en realidad, lo que no se lleva es la política de partidos, antigualla de vieja casta y lo que se lleva es el ego. Porque ni siquiera hablamos de liderazgo. El liderazgo supone una relación corporativa con distintos fines: aportar soluciones, impulsar buenas prácticas, orientar su desarrollo, transformarla. En suma, un líder significa una corporación en la que influir.

La nueva política se hace sin colectivos,  es una relación entre el jefe y el pueblo, sin mediaciones ni medias tintas, una cosa “madura”, Ustedes me entienden. Es el yo, frente al nosotros y nosotras; es mi foto frente al grupo; es mi cara y la calle, y los demás sobráis.

En el fondo, la nueva política practica un liberalismo tipo Adam Smith: para el interés de los demás, debes empezar por interesarte en ti mismo. Ese es el rezo que predican los mercaderes del ego que cancelan partidos, colectivos y organizaciones, sea en Buenos Aires, en Barcelona o en las páginas de un periódico. Esa es la nueva gimnasia: cultiven la soberbia si quieren practicar la nueva política.

Creían los laboristas británicos estar eligiendo un líder británico; error, elegían a Pablo Iglesias. Creían los de IU estar eligiendo la unidad popular; error, están eligiendo la patética patera para salvar el escaño de Garzón y las prebendas del PCE. Creía la afiliación de Iniciativa o de Podemos estar eligiendo una alternativa razonable al independentismo; error, están eligiendo la plataforma españolista de Pablo y Errejón.

Tengo para mi que ego y soberbia no serán suficientes. Ya hemos abandonado a Tsipras (que no queda bien) por Corbyn (conocida la habilidad del Labour para definir izquierdas que no quieren gobernar, no me sorprendería que acabáramos de forma parecida). Parece que difícilmente se asaltará el cielo catalán con un entorno del diez o el doce por ciento. Tengo para mí que lo de Garzón mueve ya más a penosa lágrima que a risa.

Cree el personal que anda en cosas de unidad popular, popularísima y, en realidad, solo hablamos de comercio de escaños, planchas para manipular primarias, codazos para arrinconar partidos, mientras lo ignoramos todo de programas y propuestas. La Unidad Popular se ha convertido en un jardín de egos donde todo el mundo presume de lo que carece, se apunta méritos y logros que nunca fueron suyos.

Egos que no solo ahogan y destrozan a las viejas formas de hacer política sino a las nuevas: desde que andamos con el cambio y las unidades populares hay menos movilización social, a pesar de más escándalo y mismos recortes. Pero es que interesa el ego, no el nosotros y nosotras.