La batidora

Plasmaféresis se llama el siguiente paso de mi terapia. Las asesoras de este blog, o sea Armonía y Blanca, podrán darles detalles del asunto ( y les aseguro que les gusta darlos).

Yo se lo explico sencillo: el asunto consiste en batir mis glóbulos rojos y blancos en una máquina, hasta que queden limpios de toda impureza, inflamación o suciedad. Es como cuando ustedes olvidan escaldar el tomate y tienen que pasar la salsa por el chino seis o siete veces hasta que esté líquida.

Déjenme presentarles a la batidora en cuestión. Es una máquina color verde pistacho, tipo camión Barreiros de los sesenta. Es del género presuntuoso y gritón, ya saben, traqueteos, ruiditos, alarmas sonoras de todo tipo, y, eso si, pantalla táctil, o sea como lo de Monedero, antes de que le pillaran con el asunto de Hacienda.

En un primer momento, la batidora se queda con la sangre de uno. Esto no es especialmente grave, ya Platón y Aristóteles estudiaron la separación de cuerpo y sustancia, a través de una membrana. Se ignora con que utilidad pero lo estudiaron. Así que cuando empieza el proceso uno se siente como caminando por la Academia, reflexionando sobre lo que hace virtuosos a los seres humanos.

El problema, pónganse en mi lugar, es que al final del proceso la batidora debe devolver la sangre a su dueño. Y aquí está el quid del asunto. Desde que la eficaz operaria anuncia la última bolsa, uno empieza a mirar de reojo a la maquinita y susurra: como no me devuelvas la sangre la vamos a joder, como no me devuelvas la sangre la vamos a joder...cosa que se dice sutilmente para no herir la sensibilidad de la batidora.

La batidora tiene una poco sutil forma de venganza: cuando se cabrea, coagula el asunto y hay que volver a empezar el procedimiento que de dos horas y media se pone en siete, en un pispàs; así, que bromas pocas.

Porque claro, imaginen Ustedes mi papel con cuerpo pero sin sustancia. No me cabe duda de que será un momento muy aristotélico pero jodido de narices. Yo ya se que a ustedes les incomodaría el asunto, incluso que se enojarían con la batidora y su propietario institucional pero, que quieren que les diga, no me veo yo de zombie y con mi sustancia en la batidora.

Vale, es cierto, no se conoce ninguna batidora que se haya apropiado de sangre ajena. ¿Pero quién garantiza que la rebelión de las máquinas, en lugar de por su coche robotizado no empieza por las batidoras de plasma?

Más aún, he descubierto que no existe protección del usuario contra la batidora. Debemos adoptar medidas urgentes. Un 15 M de las batidoras para hacerles saber quien es el pueblo empoderado frente a su prepotencia...incluso estoy por pedirle a Alberto Garzón una confluencia popular contra las batidoras...no sirve para nada, pero al chico le gusta pedirlo.

Mientras tanto, traten bien a sus minipimer, nunca se sabe si las batidoras grandes son sensibles con sus vástagos y mi sangre debe ser devuelta.

No me veo aristotélico, que quieren que les diga.