El asesinato de Chef del Chino.

Ya se que Ustedes no descansan. Que, vigilantes con sus preocupaciones sociales, los fines de semana de verano no les alejan de nuestros interrogantes vitales.

Sé que Ustedes andan peguntándose si lo que votaron no los griegos es exactamente lo que Tsipras está presentando, a lo peor resulta que no era un referéndum sino un plebiscito personal. Incluso, igual hay alguno de Ustedes, entre los que me encuentro, que cree que la izquierda europea se ha dado una semanita de fiesta bailando sobre el culo de los griegos.

No falta experto en matemáticas que anda calculando cuantos partidos hace falta crear para que se produzca una confluencia de izquierdas de verdad verdadera. Tampoco falta experto en ikercasillismo que investige las verdaderas razones de la salida del mejor portero de todos los porteros que el mundo de los porteros ha conocido desde que existen los porteros.

No les quitaré razón ni tiempo a sus preocupaciones.  Pero déjenme que les diga: eso no es hoy lo importante.

Al fin – y lamentablemente, adelanto - ha ocurrido: décadas de amenazas han sido cumplidas; sugerencias dichas de soslayo se han materializado; generaciones enteras de gourmets han gritado de sorpresa; sospechosos cadáveres se han removido en sus tumbas. Todas las guías Michelín han temblado; “el comidista” ha amenazado con un especial: el Chef de un restaurante chino ha sido asesinado.

Confiese, sea sincero: Usted lo ha pensado alguna vez. Aquel día en que el “rollito” se lo sirvieron congelado; aquella noche en que la salsa de ostras le produjo más males que una conferencia de la Cospedal; aquel día que sobre lo agridulce no flotaba la gloriosa carne de nuestro tocino sino una gelatina indescrifrable. Solo su conocido amor al decoro, la buen educación y la legislación vigente había impedido el delito.

Pues bien; un irritado oriental ha asesinado al Chef del Chino. Sabe la profesional policía hispana, diligente donde las haya, quien es el responsable. No; no es un comensal; es un operario. La policía está en ello pero, comprendan la dificultad, ha señalado un portavoz: todos los chinos se parecen mucho.

Ustedes creen que esto no es importante; que pierdo el tiempo en nimiedades en lugar de analizar enigmas tan sesudos como el hecho de que los pensionistas griegos de más de cien años superan en casi cuatro veces el número de griegos vivos con más de cien años.

Pero ese enigma es inferior a la procedencia de la ternera china, el secreto de la inacabable salsa de ostras o el origen del tocino sumergido en salsas agridulces.

Me cabe la convicción de que el Chef asesinado es un mártir. Ha sucumbido por guardar el secreto frente algún fundamentalista, seguro, empeñado en llevar la transparencia a los fogones más enigmáticos de la historia.

Han asesinado al Chef del chino. Nada será igual a partir de ahora.