La culpa es del camionero vasco

Dos tipos, por lo demás habitualmente sensatos, han descubierto el paradigma de los males de la patria: el camionero vasco.

Tanto moderno arbitrista escribiendo sesudos memorándum o tanto frívolo tuiteando y lo que necesitábamos era un par de folios identificando al sospechoso. Intolerable, amigas y amigos, el camionero vasco gana 26.000 euros, es de clase media y, pásmense, “sin haber realizado estudios superiores”.

No; no es elitismo, de ningún modo, entiéndanlo: es que el nivel de productividad que justifica el paso salarial a la clase media no puede alcanzarse sin un par de master y estudios en el extranjero. Empezamos cediendo con los camioneros vascos y acabaremos pidiendo que los becarios cobren un salario universitario digno, a costa de reducir el de los catedráticos.

Así nos ha ido, abriendo con mamandurrias regulatorias el centro social a cualquier indocumentado.

El artículo, publicado en el medio de los listos oficiales, podía sin duda haber encontrado razones para justificar la irrupción tecnológica en el transporte por carretera: desde el impacto ambiental hasta la sustitución por otros medios. Pero eso no es lo suficientemente disruptivo que es lo que se lleva ahora. España no estará en primera línea hasta que se hayan robotizado los camiones y el camionero sea antigualla equivalente al conductor de diligencias.

Lo que buscamos son rupturas tecnológicas bruscas: ellas nos traerán el progreso y un nuevo orden social, lleno de perdedores a los que solo la educación salvará. Naturalmente, aquellos que tengan educación pero no pertenezcan al mundo de la tecnología tampoco parece serán salvados. Nada de clases medias.

La historia demuestra que todos los avances tecnológicos, también los disruptivos, que han ido acompañados de regulación (el convenio colectivo de los camioneros vascos, por ejemplo) han producido progreso al tiempo que equidad.

Pretender cancelar la responsabilidad social corporativa, la innovación incremental, el aprendizaje a través de la experiencia es renunciar a la transformación tranquila de la dimensión social.

Se trata de códigos tan antiguos como los camioneros vascos, que les tengo dicho que Ustedes son antiguos y antiguas. Lo que se lleva es  la disrupción radical que vendrá de los ordenadores porque, naturalmente, no hay innovación fuera de la tecnología de la información, al menos eso parece deducirse de las palabras de quien todos los días nos recuerdan que nada es gratis y que solo el conocimiento doctorado debe ser exquisitamente remunerado.

Camioneros en la clase media. Hasta ahí podíamos llegar: al museo con las diligencias.