De toros y gachas

No se corre un toro sin encomendarse, con un viva, a virgen o santo adecuado. Ni se concluye la proeza sin oportuno tocino, prohibido por los médicos, ni correspondiente almorta, por el código alimentario castigada. Hay que sumar colesterol y latirismo al riesgo taurino.

Y así, a golpe de toro y gachas, la estepa huele a polvo, sudor y sangre. Y, entonces, la Castilla miserable de Machado, viendo la sangre del toro derramada, se siente de nuevo dominadora.

O sea, que han llegado las fiestas patronales. Aquellas paganas fiestas de vendimia, mezcla de carnaval, desenfreno y honor a Baco, sustituidas a partir de los años cincuenta por devociones marianas y múltiples vírgenes de Septiembre, gracias a algún Gobernador Civil franquista, mantienen pecado y liturgia; procesión y danza.

Y, amigos y amigas, en estos tiempos sin relatos grandes donde la anécdota preside, por qué no gritar independencia, entre toro y gacha, o culminar alguna cadena humana tras oportuno encierro, ya que, al fin y al cabo, Castilla si fue estado.

¿Qué debemos hacer los que, gracias a dios, somos ateos, como proclamó paisano mío?  Pues hacer lo que los paganos siempre han hecho: libar en pecaminosos feriales.

Las casetas, desde las Txosnas vascas al ferial andaluz, resumen la historia laica de las fiestas populares. Durante décadas fue imposible que se mantuviera su ancestral tradición.

Recuperadas por la democracia la fiesta popular, el ferial y la caseta, la ciudad laica en suma, los que, gracias a dios somos ateos y no creemos en vírgenes, estepas y noroestes patrios, toros y gachas, podemos ocupar festivamente una ciudad cada vez más privatizada.

Bebemos y danzamos para divertirnos que no para olvidar. Porque no hay festejo que empañe nuestra memoria. Acabarán toros, gachas y fastos y seguiremos recordando quien nos ha jodido en lo que va de año.

Los profesionales del olvido, los que a golpe de toro, gacha y pólvora, que se dejan a deber para futuros pagos a proveedores, financiados por Montoro y pagados con eterna deuda consistorial naturalmente, sabrán cuando acaben los fastos que el personal sigue preguntándose que se hizo de la ciudad y sus derechos.
 
Entre tanto, unos y unas van a procesiones, vivan; otros a toros y gachas, vivan también; y otros a copas y placeres dionisiacos, vivan estos paganos, naturalmente. Porque algo tiene la Ciudad de los derechos que no de las derechas: hay para todos y todas, y sin molestarse, oiga.