Los de los sobres y los de las sobras

Ni amos; ni siervos; ni ricos, ni pobres; ni burgueses, ni proletarios; ni los de arriba, ni los de abajo. Se me pongan al día en materialismo histórico.

Opresores y oprimidos se enfrentaron en el pasado en perpetuo antagonismo. Pero nuestra época ha simplificado estos viejos antagonismos de clase. Paso a paso, el conjunto de la sociedad se ha escindido en dos grandes campos enemigos: el de los sobres y el de las sobras.

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del “desensobrismo”. Contra ese fantasma se han coaligado en santa jauría todos los poderes de la vieja burbuja: secretarias generales y ministros; el tesorero y el Presidente; Aznar  y Urdangarin; viejos populares y algunos de la independencia.

Durante décadas, cachos del sector público, privatizaciones, amigables licitaciones, precios abusivos de gestión pública y más amigables contratos públicos, se pusieron en delicados sobres que vestían la desnudez del gran amaño y no menos grande apaño.

Entretanto, las sobras en formas de viviendas para inmigrantes y trabajadores; horas extras de obreros; empleos miserables con salarios miserables; se repartían cual dádiva generosa por quien se reía, mientras musitaba algún que otro “que se jodan”, cada vez que un sobre, discreto maletín o copia de anotación en cuenta suiza se posaba finamente sobre su mesa.

Naturalmente, los empresarios corruptores no son todos iguales; naturalmente, los banqueros aprovechados no son todos iguales; naturalmente los reguladores venales no son todos iguales; naturalmente, los concejales o diputados si son todos iguales, corruptos receptores de sobres.

Ahora sabemos lo que significaba eficiencia del sector público predicada por los conservadores y liberales. La privatización generalizada de suelos y servicios que durante quince años ha permitido convertir en sobres el patrimonio de bienes públicos de nuestro país.

Las sobras de la opulencia llegaban alimentando casas antaño empobrecidas, convocando pateras que llenaran las arcas de la seguridad social o convirtiendo en propietarios de extraños productos financieros a los viejos del lugar. Porque banqueros y empresarios no son corruptos ni corruptores, solo facilitadores de que Ustedes, los de las sobras, vivieran por encima de sus posibilidades.

Y ahora que el cálculo del PIB es tan sencillo como multiplicar el número de sobres y las cuentas en Suiza, no necesitamos que los niños de los obreros estudien economía; que se vayan a Alemania o al Brasil a echar cuentas, o estudien FP por si algún día hace falta.

Ahora que construir puentes, aeropuertos y demás tonterías ya no es necesario porque toda infraestructura se han transformado en sobres y dineros para los banqueros, dejemos que hijos de obreros a los que permitimos estudiar ingeniería se vayan a Qatar o cualquier otra parte donde aún se construye.

Pero no pasa nada; mientras los de las sobras se enardecen irritados en las plazas a causa del gran apaño, liberales “salvapatrias” se disponen a dominar el mundo de nuevo, tras preguntar al marido o esposa respectiva, eso si, si ya llego el sobre, esta vez americano.