Un futbolista declaró hace unos días que le gustaba jugar de mentiroso. Siendo de los del
juego limpio limpísimo y mean colonia puede parecer sorprendente. Es probable
que el afamado pelotero conozca el diagnostico de Lewis sobre el mercado
financiero, en el Póquer del mentiroso: la búsqueda desmedida del éxito produce
adicción a la mentira.
Visto que este es un gobierno muy futbolero, más veo a su màximo
responsable leyendo antes el As que un libro. El resultado viene a ser el
mismo: esa suerte de moderna neolengua donde un rescate es un crédito y una
ayuda con evidentes condiciones se convierte en una cena gratis, donde nosotros
ponemos la propina.
No es cosa de
profetizar si el bail
out bancario será un éxito o un fracaso.
No soy de los entusiasmados por desastres que corren sobre las espaldas de la
gente. En todo caso, parece que las
promesas a corto plazo se desvanecen: no se ha roto el vínculo entre crisis
financiera y depreciación de la deuda pública; los bancos valen màs o menos lo
mismo que el viernes y la metabolización del rescate en créditos requerirá tan
largos como penosos ajustes en las entidades.
Bruselas ya ha
descrito, a modo de rumores que es como trabaja este personal, las mentiras más
relevantes que hemos oído: se trata de un rescate, solicitado tras presiones
europeas, vigilado por una troia que nos exigirá el cumplimiento de los
niveles de déficit. Que no haya sido un rescate a la griega puede ser
tranquilizador pero es solo producto de que llevamos tres años acatando recortes,
tan sumisos como atemorizados.
En suma, es más
que evidente que la farfallosa neolengua del Presidente no logrará convertir el
rescate bancario en éxito, ni alejar la perspectiva del rescate total, mientras
no haya una senda de crecimiento que garantice la sostenibilidad del
endeudamiento.
También, es
evidente que los trabajadores de la banca y la ciudadanía pagaremos no cabe duda
en términos de despidos en la banca, comisiones a los usuarios y algunas
bagatelas presupuestarias en forma de IVA, pensiones o recortes adicionales.
Pero la gran
mentira es ese SMS dirigido al ministro informándole de que no somos Uganda
sino la cuarta potencia europea. Puedo aceptar lo de Uganda por aquello de que
nuestros dirigentes todavía no practican canibalismo con su pueblo, por ahora.
Pero esto de la cuarta potencia puede mover a la risa de media Europa, además
de cabrear a holandeses, suecos y algunos otros que carcajearán recordando la
pérdida de valor de todos nuestros activos y el pasmoso nivel de deuda privada
y pública.
Es este machismo
patrio, similar al de hemos ganado la Champion de la economía y cosas
parecidas, el que impide un diagnóstico certero. Nuestros fundamentos
económicos no son los de Uganda, tampoco los de Grecia o Portugal; pero poco, poquito
más.