La tartera y el gran puticlub

Los colegios no saben como gestionar la tartera... La tartera es como el monedero de los pensionistas: bolsas donde se atesoran restos de tristeza de los que uno se alimenta cuando todas las promesas de protección se han desmoronado.

Los colegios no saben como gestionar la tartera...pues ya verás cuando llegue el chocolate de los americanos. Es que este abrupto retorno a los cincuenta ha pillado a los gestores a contrapié.

Algo debería romperse en el alma de estos próceres, si la tuvieran, cuando se vacían los comedores escolares. Ni capitalismo compasivo, ni caridad: a la tartera de restos del día anterior.

La tartera es una institución española tan relevante para nuestra educación como el parte de Radio Nacional. alrededor de la tartera del niño rico, que luego devendría en tupper, se reunían los niños pobres mientras esperaban la leche americana. Alrededor de la tartera musitaban mineros y currantes del metal insultos al patrón. Alrededor de la tartera, en fin, vivía aquel compañero mío que, cuando nos tocó vivir en Vigo, hacía 15 kilómetros diarios desde su parroquia para asistir a la escuela salesiana.

España empezó a cambiar de restos en la tartera, a partir del 54, cuando los americanos, a través de UNICEF llenaron los colegios de leche y bocatas de chorizo. A cambio, las ciudades con bases se llenaron de relucientes barras americanas y puticlubs que modernizaron, a golpe de güisqui, neón y humo de tabaco americano, el ancestral burdel hispano.

Solo es un pequeño sarcasmo que fueran los de la secta del Opus quienes ayudaran al franquismo a la renovación de la tartera y el puticlub. Profético antecedente de los muy liberales y sectarios legionarios de Cristo y del egoísmo que hoy pululan en el poder.

También ellos y , sobre todo ella, aspiran a modernizar nuestros puticlubs, hoy cerrados por ERES de carne explotada remitida a cunetas de autovía de peaje. Aspiran a mutarlos en modernos casinos, eso si, tan americanos como los modernos de los 50.

En este desolador retorno al pasado, promovido por los aguerridos legionarios de la austeridad, la excelencia consiste en la clausura de la beca y el comedor escolar, apariencia de estado de bienestar construido no por gracia sino a golpe de nuestros impuestos.

La excelencia es que todas las comunidades con algún desierto liciten hoy por el gran puticlub americano como antaño lo hacían por un AVE o un aeropuerto.

La excelencia es hoy ir con tartera a la escuela y licitar por un puticlub americano. Es la venganza de los herederos de la vieja patria.