Lo que los socialistas debieran aprender sobre cambio corporativo

Empezaron insultándose, intercambiaron manifiestos sobre quien estuvo allí más tiempo, anunciaron renovadores liderazgos de los que allí llevan toda la vida y, ahora, ya van por el combate de los jefes. El rito de la renovación de la izquierda se cumple puntual sin que la mayoría nos enteremos de que va la cosa.

La realidad socialista es bastante dura como para arreglarla en un congreso y un par de primarias. El talento político hace tiempo que no se pasa por el partido y el banquillo se ha revelado cortito. La militancia no es abundante y carece de armas para enfrentarse a la aguerrida muchachada conservadora.

Cosas difíciles de resolver a corto plazo. Cambiar el estilo ni es barato ni está exento de riesgo. Acordar paciencia, podría ser el primer acuerdo congresual recomendable.

En otra ocasión escribí que las corporaciones podían aprender del movimiento social. Hoy, sugiero que las corporaciones pueden ofrecer a los socialistas consejos para su debate congresual.

1.- El cambio duele. El cambio corporativo significa hacer cosas nuevas y diferentes. Inventar estas cosas sobre la marcha es muy incompetente. El PSOE debe ser honesto con su gente y reconocer que es difícil conciliar las viejas promesas con las prácticas recientes y que es preciso, a veces con dolor, experimentar, desechar y renunciar.

2.- Las personas son analógicas. El mundo está en la fase digital pero las personas siguen siendo analógicas. Tenemos emociones y tomamos decisiones que no son del todo racionales. Nos preocupamos por cómo se nos percibe, nos encanta nuestro territorio y tememos la incertidumbre. Ese es el marco donde deben caber las respuestas; sino es en él las ideas, nuevas o viejas, rebotarán. Hay que cambiar al partido no a la gente.

3.- Por eso, decir toda la verdad es fundamental. Las declaraciones histéricas típicas de "modelos de negocio muerto" dan presencia en los medios, como han demostrado los que allí estuvieron, pero rara vez es eficaz. Los hechos deben ser nombrados, sin poner pistolas en el pecho ni avisar miedo a los emisores.

4.- Los incentivos son claves: para entender a la gente es fundamental entender sus incentivos. El cambio es cambiar esos incentivos y no valdrán las maniobras defensivas ni convocar peleas. No es lo que vamos a perder sino lo que hemos de ganar, el discurso.

5.- Hay que reducir el miedo corporativo. Si el cambio se asocia con cosas nuevas, se asocia con un mayor grado de fracaso. No se puede construir una cultura que haga imposible la innovación con miedo al fracaso. Hay que aceptar el dolor y perdidas si de verdad se desea el cambio. En Silicon Valley un fracaso es una insignia, en Japón un suicidio.

6.- Hay que prestar atención a la cultura de la organización. La cultura fuerte del aparato socialista ha sido a menudo la razón del éxito pero ahora es su debilidad. Atacar esa debilidad es una tarea compleja que requiere paciencia y aceptación de sacrificio. Los agentes que producen cambio deben superar las resistencias al cambio de los viejos líderes, en general, creando amplias coaliciones.

7.- Proponer datos mensurables. Una vez que una corporación está emocionalmente preparada para el cambio necesita hechos. Y aquí hay que estar preparados para medir las posibilidades y, más aún, estar preparados para la sorpresa. Lo malo de los manifiestos es que van más allá de los que se les pide: una visión si; un programa sin investigación, no.

8.- El liderazgo debe ser inspirador. En algún momento, hay un salto en el vacío que debe llevarse a cabo. Es aquí donde el liderazgo de una corporación debe inspirar. Ni colectivo, ni receptivo; ni difuso, ni de aparato. Inspirador. La gente sigue a las personas no a los silbatos, la maquinaria electoral, las web o los twitter.

Ocho cosas que los socialistas no están haciendo.