El lápiz de Milton es chino.

Dedicado a @pmanglano, en el centenario de uno de los pocos tipos que me caen mal

El año 2012 es el centenario de Milton. No pienso celebrarlo. Milton Friedman es uno de los pocos economistas e intelectuales, de izquierda o derecha, que me cae mal, realmente mal, probablemente el único (luego, hay dos o tres tipos a los que desprecio pero eso es otra cosa). Este me cae mal, ganado se lo tiene.

La cosa no fue siempre así. Al principio, cuando Milton Friedman era solo el profeta del mercado libre, un tipo ciertamente brillante, y yo un joven universitario, reconocido marxista, Milton era solo un agente de la burguesía, que sería reeducado en alguno de los paraísos de la libertad que crearíamos en el inminente momento en que el género humano iba a ser la internacional.

De hecho, si se hubiera limitado a pasear por la Universidad podríamos haber reído con él; sus astracanadas en la tele eran tan falsas como divertidas. Podríamos haber tomado alguna copa o escuchado algún divertido chisme sobre Nixon. Podríamos haber charlado, con el segundo güisqui, de los guateques con Hayek en la Sociedad del Monte Peregrino, olimpo de economistas neoliberales, pagado por la derecha americana, que lo de economistas de cabecera y los “think tank” de pago viene de antiguo. No; la cosa con él no siempre fue mal.

Pero enseguida empezó a meter mano en el doliente Chile de la dictadura asesina y lo intentó con la dictadura China, aunque estos no le dejaron. Casi al tiempo, pasó a ser la bruja y musa del invierno de la Thatcher, señora a la que le encantó la manipulación que Milton hizo de la curva de Phillips, para justificar sus dolorosas reformas. Es decir, pasó de teórico del mercado libre a hijo puta ignorante del sufrimiento social, ponderando la desregulación salarial y social de Hong Kong como el mejor ejemplo de mercado.

No, no celebraré el centenario, ni leeré artículos que hablen de Milton. Es más, me dedicare a remover los huesos de su tumba (maldición shakesperiana muy del gusto anglosajón). Me dedicaré a convenceros de que la historia siempre pone a los profetas en su sitio, de que se puede ser muy brillante pero muy hijo de puta.

Dani Rodrik de Harvard ha empezado y yo sigo. Hace un par de meses sugirió que el lápiz de Milton es chino. Se refiere a aquel lapicero que en el programa de televisión “libertad de elegir” (Free to choose) usaba Friedman como parábola del mercado libre. O sea, dice Rodrik, “te jodes Milton” : los chinos con sus bosques regulados y empresas estatales copan el mercado, con menos productividad, menos materias primas y menos tecnología. A cascarla, querido Milton.

Pero cuando sus huesos temblarán será cuando le cuente, en plan susurro “zombie” la bancarrota del mercado financiero desregulado. Un éxito del mercado libre, sin duda.

Anotad quienes estudiáis economía o sufrís sus consecuencias cuando escuchéis hablar de Milton. Siempre habrá cuatro apóstoles que abracen el sectario legado del profeta, convertidos en legionarios del egoísmo y garantes del mercado libre. Pero sabed, y contádselo a otros, que los de la libertad de elección, abrazan la más infeliz herencia de Milton: la irredimible legitimación del sufrimiento social.