¿Es “desamigarse” un “cybercidio”? ( a vueltas con el “UNFRIEND”)

Ya os lo confesé una vez. En la lectura de mi herencia, el albacea no sólo humillará mi memoria señalando que no hay bienes que repartir sino que pondrá cara de pena y dirá que, en realidad, tenía pocos amigos en el “feisbuk” y el “linkedí”. Vale; mi reputación digital es de pena – os la dejaré en herencia como prometí-; pero que queréis que os diga: si apenas me manejo con cincuenta amigos y amigas, que voy a hacer con los quinientos o los mil que veo por ahí.

Será por este estrés social que las redes producen o por la reducida dimensión de las memorias de las máquinas (o como se diga); el caso es que “desamigarse” ha pasado a ser un fenómeno social y sociológico en las redes.

De hecho, uno de los faros y guías de occidente, the New Oxford American Dictionary ha decidido elegir entre las finalistas de las palabras del año “unfriend” (como sinónimo de borrar a un amigo o borrarse de amigo en una red social).

Y a mí esto me preocupa. “Amigarse” me parece a mí cosa seria, aunque menos: en este mundo de pensamiento débil es normal el vínculo débil de las redes. Ahora bien, “desamigarse” pasa a ser, creo yo, un gesto terrible, un gesto grosero. Ya lo decía De Quincy: se empieza por la falta de educación y se acaba en el asesinato. “Desamigarse” es, casi, un homicidio cibernético.

Se “desamigan” los niños tras infantil pelea pero no los adultos que prefieren socializarse con leves conocimientos basados en el respeto. Una persona social, “bieneducada”, respetuosa con el trabajo ajeno, cumple ciertas convenciones desde no inventar cínicos pretextos para no acudir a una reunión incómoda hasta asistir por cortesía a esa reunión.

La amistad es otra cosa. Se administra como un bien preciado. Una vez concedida, la amistad aguanta carros y carretas. Por eso, “desamigarse” es gesto cruel, terrorífico, una ruptura dramática de un entorno social. Quizá será por ello que ahora ya no se lleva tanto lo de los amigos como lo de tener “follower” o fans, que es algo que alimenta la vanidad y la egolatría y no afecta al corazón.

La sociología deberá buscar repuestas a este terrible fenómeno, no sólo al de la amistad débil, sino al gesto del borrado. El borrado de la sociabilidad; el borrado del otro; de los vínculos y la experiencia.

Quizá, además de la “memoria personal (que) se nos ha quedado atrapada en la obsolescencia tecnológica” para la que en Tiscar.com se nos llama la atención , debiéramos pensar en una memoria social, una lista de aquellos y aquellas a las que alguna vez llamamos, banalmente, amigos y amigas. Como esas viejas agendas que , a veces , manoseamos preguntándonos que fue de aquellos días de antaño.

La ventaja de mi reducida reputación digital es que no tengo que “desamigarme” de nadie; todavía puedo saber quienes sois sin esconderos en el anonimato de mi bolsa de amistades; no se si es una suerte para vosotros y vosotras…