Con Pasionaria si estuve hace veinte años: crónica personal de aquellos intensos días de Noviembre.

La biografía, a veces, te regala buenos momentos. En la mía hay unos pocos. Uno de los más emotivos son los días que rodearon la muerte de Pasionaria. Mi trabajo me convirtió en la persona que, ayudado por Irene Falcón, su inseparable amiga y colaboradora, siguió al minuto el final de su vida en el mes largo de agonía.

Puedo atestiguar que se resistió a la muerte con la misma firmeza con la afrontó su vida.

Nunca he sido dado a contar detalles de mi trabajo. Si uno se dedica a la comunicación debe contar pocos secretos. Sin embargo, transcurridos veinte años, y considerando que tampoco soy tan importante, puedo poner en limpio alguno de mis recuerdos.

Recuerdo que al primer medio de comunicación al que hube de confirmarle la noticia fue a la Cadena Ser. Una joven y sagaz periodista llamada Nieves Goicoechea (¿os suena?) lo contó. Recuerdo otra anécdota de medios: la cadena COPE se paso no menos de tres o cuatro horas preguntando donde estaba el cuerpo de Dolores.

Estaba en el tanatorio sellado del hospital. ¿Porqué? Os contaré el secreto: en primer lugar ya habíamos tenido la experiencia de fotos robadas; también, los miembros del Secretariado habíamos convenido que el sitio donde se debía rendir respeto a Pasionaria era su casa: la sede de Santísima Trinidad. Por otro lado, en cuanto Nieves soltó la noticia, el gobierno empezó a interesarse por la hora en que podrían visitar el tanatorio, en evidente intento de no pasar por la sede del PCE.

Así que, blanco y en botella, decidimos esperar a preparar el salón de Santísima Trinidad para recibirla y hacer desfilar al personal gubernativo por la sede.

Debo resaltar, como responsable de la cosa entonces, el enorme respeto de los periodistas. Recuerdo el respeto de fotógrafos que aguantaron una fría mañana en el cementerio en un apretada escalerilla que construimos al efecto.

Recuerdo como tratábamos de evitar, con la inestimable ayuda de Ismael de Pablo, fotos que mancharan su imagen. Quizá os pasme saber que hubo quien hizo fotos en su lecho de muerte, que logramos recuperar, y que un fotógrafo de Interviú se trajo una escalera que escondió al servicio de seguridad, para sacar desde arriba el plano de la demacrada cara de Dolores. Lo confieso: es la única vez en mi vida que he secuestrado una foto.

Me enorgullece decir que el cartel que conmemora su recuerdo fue compuesto por mí. Un mes antes el cartel estaba depositado en las sedes del partido de toda España, en un espíritu de discreción corporativa que hoy parece imposible. El epigrama (Una flor del siglo XX) es de Genovés; la composición de un servidor. Como todo debe ser debatido, se me reprochó no someter a votación el tal cartel; también, que en lugar de flor debiera haberse escrito mujer.

La idea se dibujó cuando Dolores fue ingresada por primera vez, en una sesión del Ejecutivo: a mi lado, Fernando Pérez Royo y un compañero de Cantabria.

Un montón de gente hizo posible aquellos intensos días. Desde el secretariado, Palero, Frutos, Azcona; desde la Juventud, Jesús, Berta; desde luego, Irene, tan leal en la muerte como en la vida…los que desde el trabajo anónimo Romero Marín, Justiniano, Ismael y decenas más, tradujeron en trabajo la camaradería compartida de aquellos días.

Hubo momentos emotivos en la inmensa visita de respeto a Dolores. Una dulzaina asturiana; algún poema pero sobretodo el enorme, largo e inabarcable silencio de respeto de militantes, amigos y demócratas. Recuerdo un enorme momento que compartí, antes de dejarlos solos, con Adolfo Suárez y Julio Anguita, cuando Adolfo nos contó, visiblemente emocionado, su convicción religiosa tras la grave enfermedad de Amparo Illana, su mujer

Recuerdo haber organizado una rueda de prensa con la presencia del Ejecutivo: Julio Anguita leyó la declaración. Julio solía apoyarse en su gabinete para redactar textos pero, en aquella ocasión, redactó en su despacho y en solitario el texto. Iniciada la lectura, Julio Aristizábal me hizo ver que Enrique Líster no figuraba en la mesa. Le cedí mi sitio y me enorgullece el apretón de manos que me dio al acabar el acto quien no era muy dado a estas cosas melífluas.

Medio mundo pasó por aquella sala. Aún existían los partidos comunistas que se desplomarían días después y que visitaron España en un reconocimiento a lo que Pasionaria, en nombre de la lucha por la democracia y libertad en España, representaba y representó en toda Europa. Un portavoz, todavía soviético, nos dijo al acabar la manifestación y el Acto en la Plaza Colón, antes de ir al cementerio: sólo aquí puede ya juntarse tanta gente a cantar la internacional. Probablemente tenía razón.

Recuerdo que decidimos poner la canción de Ana Belén: veremos a Dolores Caminar …Recuerdo que Simón Sánchez Montero insistió en que fuera la voz de la propia Dolores la que diera paso a la Internacional, a partir de una grabación que dice: “camaradas, no hemos venido aquí a llorar como plañideras, vamos a cantar la internacional…”

Y entonces, en esos segundos, el género humano fue la internacional y a mí se me puso la piel de gallina.

Andaba yo algo convaleciente de mis transaminasas. Pocos días después me iría a la cama un par de meses; pero mereció la pena. Como todos los demócratas, soy deudor de Dolores. Pero esos momentos son mayor deuda aún que libertad que debo a ella y a tantos como ella.