La derecha gana porque soy inculto y conservador; Zapatero nunca tendrá la culpa.

Lo dice El País, faro y guía de occidente: la victoria de la derecha es producto de mi escasa cultura cívica y mi exceso de conservadurismo. Ya preveía yo que si el europeísmo progresista y de izquierda se ha quedado en su casa la culpa iba a ser del personal y no de las izquierdas. No hace mucho, el faro y guía de occidente, descubría que las ciudades votan a la derecha y eso era porque, por un poner, yo soy un votante exquisito.

Felipe González ha hablado de problema de enfoque de campaña; Libertad, conocedora de lo que pasa en una parte del área Gürtel, con alcalde dimitido y esas cosas, ha alertado sobre la judicialización de la política y Joaquín Leguina ha sugerido a sus compañeros que se callen hasta que hablen los jueces.

Ninguno de ellos se ha atrevido a decir que cuando a los políticos se les anima, desde los periódicos, a ir a los juzgados a apoyar a los sastres, a lo mejor los políticos debían pensarlo un par de minutos.

Claro que había un problema ético en esta campaña: desde Londres a Roma, pasando por Paris y Valencia. Pero la cosa no era meter en la cárcel al personal sino algo que ningún partido planteó: la reforma política del sistema democrático.

Felipe González ganó las elecciones en el 93 cuando la ristra de escándalos (incluido un Vicepresidente que le había hecho un traje a su hermano) era mayúscula. ¿Eran los votantes de González escasamente cívicos o tolerantes con la corrupción? Pues no; en la misma medida que no lo son los votantes de la derecha.

Felipe perdió por agotamiento político y Zapatero ha perdido estas porque equivocó la agenda: el asunto era la crisis y no los trajes de Camps. En Arganda, el PSOE ha visto reducido un diez por ciento su peso electoral porque se empeñó (cartelitos anónimos incluidos, es que los chicos son valientes) en convertir las elecciones en un plebiscito sobre la honestidad del nuevo alcalde y el anterior. Blanco y en botella: derecha movilizada; izquierda en casa.

Ciertamente, la corrupción debe ser denunciada y castigada. Denúnciese y que castigue quien en estado de derecho debe castigar. La tesis de que las urnas deben castigar tiene el mismo origen que la tesis de que las urnas perdonan: el plebiscito en la plaza pública, el circo romano.

Los ciudadanos y ciudadanas no somos convocados para mover el pulgar, condenar o perdonar, sino para algo más relevante: emitir un voto sobre quien queremos que gobierne.

La derecha no ha ganado porque sus votantes toleren la corrupción sino porque la izquierda no ha confiado en los suyos. ¿Exquisito, incívico y conservador? Pues no; mensaje clarito a los que han perdido: dios ayuda a los buenos cuando son más que los malos. Y para ser más hay que ser útil a la gente: que cosa más incívica