Soy cómplice de asesinato; Jouve un cabrón y Benedicto un genocida…pero no se lo digáis a mi sastre

Vengo a confesar mi complicidad en varios asesinatos, antes de que mi sastre se vea moralmente impelido a denunciarme. Cielos, acabo de descubrir que no tengo sastre, que miseria. Bueno, es igual: el caso es que, en un periodo entre el 80 y el 82, en un local de la Calle Escosura en Zaragoza, me ocupaba de informar, aconsejar y ayudar a las mujeres que deseaban interrumpir su embarazo en el extranjero.

Nuestro contacto era una clínica en la Ciudad holandesa de Leiden. En alguna ocasión, si se trataba de menores de edad, debía acompañarlas y aparecer como tutor o responsable de las menores. O sea que, además de cómplice de asesinato, soy un falsario o suplantador de identidad, según mejor convenga a la lista de delitos de la santa y romana iglesia católica.

Recuerdo la infinita tristeza y el estrés de las chicas que viajaban; los interminables viajes en Autobús, ida y vuelta, desde Barcelona a Leiden; las noches insomnes en un cuartito decente pero minúsculo próximo a la clínica y como, al regreso, inevitablemente las chicas estallaban en llanto.

Cuento esto último porque como he leído a algún imbécil decir que queremos convertir el aborto en preservativo, merece la pena recordar que ninguna mujer va a un aborto como si fuera a una fiesta. Hablo de mujeres que podían pagar lo que entonces eran viajes e intervenciones caras; me ahorraré algunas de las barbaridades que algunas de esas chicas habían sufrido a manos de caritativas y baratas vecinas del barrio.

Es por eso bastante irritante leer los manifiestos con los que algunos nos castigan. Podría cabrearme con cualquiera de los firmantes. Bastará con que diga aquí que las declaraciones leídas a un tal Jouve lo convierten en un auténtico cabrón.

Los que hemos pasado por la universidad, en aquellos días en que hacerlo era un milagro que hacían anualmente nuestros padres, conservamos cierto respeto al conocimiento y a la ciencia. Es por eso que nos parece escandaloso que el tal Nicolas Jouve, catedrático de Genética, utilice su autoridad científica para negar el derecho al aborto, convertir un amasijo de células en una criatura o para avalar que el niño de la foto eclesial sea asesinado por las mujeres que abortan.

Niños como los de la foto de la campaña de la santa y romana iglesia católica no mueren en las camillas de las clínicas. Mueren en África de hambre, enfermedades y SIDA. El 80% de los niños enfermos de SIDA, viven en el África Subsahariana, sólo el 10% reciben tratamiento. A esos niños Benedicto, el papa de la santa y romana iglesia católica, les prohíbe el preservativo y les recomienda espiritualidad en lugar de regalarles medicinas. Benedicto es, decididamente, tan genocida como irresponsable