¿Por qué no compras el periódico?

¿Te has descubierto alguna mañana traicionando la juvenil costumbre del periódico con porras? ¿Permaneces fiel a las porras, los churros o cualquier sustitutivo sano recomendado por tu dietista pero has leído las noticias al salir de casa en el portátil? ¿Te aburren los periódicos o ya no crees en ellos?
Qué sepas que si has respondido no, sé que me estás mintiendo. En Febrero se han comprado menos periódicos que nunca. La venta en quiosco se redujo en casi noventa y cuatro mil ejemplares en febrero si se suman los retrocesos de El País, El Mundo y La Razón respecto al mismo mes de 2008. LA reducción en la cabecera de Prisa alcanza al 11%.

La edición del domingo de El País tiene 629.226 ejemplares de difusión, frente a los 446.116 de El Mundo, pero lo cierto es que la edición del diario de Prisa llegó, en su día, a superar el millón de ejemplares, incluso en el arranque de 2008 estaba ampliamente por encima de los 800.000 diarios vendidos. O sea, que todo camina hacia el desastre como revelan los despidos y crisis en todos los medios.

Hay quien cree que esto es así porque la lectura de periódicos es cosa de pequeños burgueses recién alfabetizados. Esto explica que la lectura de periódicos impresos crezca en países en desarrollo, con crecimientos de clase media y tasa de alfabetización.

Así que la perspectiva de que los periódicos decaen es una opinión tirando a complejo geocéntrico de occidente que a una realidad global, dicen algunos malpensados entre los que estoy tentado a apuntarme.

Así que los editores harían bien en reflexionar sobre las razones que conducen a la crisis de sus negocios. Los nuevos y jóvenes lectores potenciales parecen derivar a hacia pantallas e interfaces que nada tienen que ver con el periódico de siempre y los tradicionales abandonan.

Hace poco leí un trabajo sobre las diez formas en las que los periódicos podrían salvarse: ninguna de ellas tenía que ver con el periodismo tradicional ni proponía cesar a los gestores. En Francia intentan fidelizar jóvenes lectores regalándoles, a costa del estado, una suscripción.

Antes de que los responsables del negocio acaben con los periodistas o con su salario, con el pretexto de salvar periódicos, merecería la pena alguna reflexión sobre la razones que nos siguen apegando a los churros pero nos alejan de los periódicos: cierto que la caída coincide con la subida de diez céntimos de los diarios pero probablemente no hemos percibido diez céntimos más de calidad; o sea, información real.