Si no vota, no se queje: qué machotes.

Podría haberlo dicho algún político, seguramente muy de izquierdas, de los que suelen culpar al pueblo de sus desdichas.

Pero la cosa es que Europa se ha puesto firme. Seguramente, querido lector y lectora, no sepas donde habían andado estos en los últimos cinco años. Pero claro, son vísperas electorales y hay que sacar pecho: el Parlamento se ha puesto machote y concluye una de sus diez razones para votar en las próximas elecciones con esta frase.

Pondré un ejemplo personal sobre lo que me parece el argumentario. Yo nunca había dudado de la existencia de Dios hasta que, de adolescente y en clase de filosofía, me hicieron leer las Vías de Santo Tomas para demostrar la existencia de Dios. Ahí la cago el maestro. Pues con esto del voto europeo me ha pasado lo mismo: ni se me había pasado por la cabeza no votar hasta que he leído el panfleto.

La democracia, chicos y chicas del parlamento, viene a consistir precisamente en el derecho a quejarse, incluso sin votar. Que yo defienda la participación electoral no quiere decir que la baladronada parlamentaria quede justificada. De hecho, su redactor debiera ser cesado.

Pero, en fin, lo que molesta es que la burocracia europea (e incluyo ahí a los europarlamentarios: absolutamente desorientados en su papel de padres de la patria europea), tras habernos ofrecido los más patéticos espectáculos políticos en el último quinquenio, nos traslade ahora la responsabilidad. Ni de coña.

Ignoro dónde estaban todos estos cuando el fiasco constitucional; dónde cuando la burbuja crecía y estallaba; dónde cuando Israel machacaba a Palestina. Naturalmente las diez razones que hace públicas el Parlamento no hablan de estas cosas.
Es sabido que la retórica institucional está más cerca de la lírica que de los contenidos; pero nos pilla mayores como para que la cosa sea creíble. Lean la amenaza parlamentaria, adornada por su cuento de hadas y luego me dicen.

Estos del Parlamento se lo han montado en plan banda de mi calle y se han puesto machotes: si no votas; no te quejes. La cosa, camaradas europarlamentarios, es al revés: me quejo y luego ya miro si voto. Es cosa de democracia, alegres muchachos y muchachas europarlamentarios.