“Bocazas de los cojones”: premio convocado

Antes de comentarios sobre sexismo: he estado buscando bocazas con ovarios pero no me salen. Tontunas si; abundantes. Pero bocazas con trascendencia peligrosa pues pocas. Y es normal; porque es muy masculino ser un gritón de taberna. Pero eso no importa: de tabernarios, macarras y bravucones está llena nuestra etnografía. Lo grave es cuando el grito de taberna pasa a la política: entonces es cuando se está a un paso del fascismo.

Creedme, a un paso. Hace unos días escribí sobre algún gritón de mi ciudad que descalificó a un concejal por su condición de homosexual. Quien empieza por ahí puede seguir por algún obrero, sindicalista o comunista y, al final, le sobraremos todos. A quien insulta a la mitad de los votantes de su ciudad pueden acabar sobrándole las elecciones. Quien ebrio de trementina convoca la “muerte del Borbón” suena, más allá de su voluntad, a los que convocan otras muertes y dejan que otros disparen.

El “bocazas de los cojones” más relevante de Europa se llama Silvio y anda por Roma. Fascismo rampante. Pero no deberíamos sonreír ante estos gritones de taberna que no parecen lo mismo que Berlusconi; no deberíamos reírle la gracia a tanto “lengüismo desbocado” como, para mi envidia, se les ha bautizado en “jaula de grillos”.

“Bocazas de los cojones” son los que deciden, ellos solitos, salirse de la Constitución, en nombre de todos los que tenemos algo que ver con el asunto y sin preguntarnos. Tiene condición parecida, esta si con ovarios, quien ha llamado “bellacos y miserables” a quien afirma que “la capitana” debe ser la última en abandonar Bombay. Ese que utiliza la radio de los obispos es también un “bocazas de los cojones” como lo es el “ex” de Cataluña que afirma que su tierra, vive un momento de “debilidad” debido en “buena parte” a la inmigración latinoamericana.

En fin. Que hay muchos. Así que queridos lectores y lectoras de este humilde blog: os propongo que creemos el premio “bocazas de los cojones” para aquel o aquella cuya frase nos haya parecido más tabernaria, infame e impresentable.

No quiero acabar sin dejar un consejo a quien se dedica al asunto este de la política en democracia. Uno de los personajes de Pablo de Santis, en su novelita “El enigma de París” aconseja a uno de sus compinches: “vaya ensayando el silencio”. Es que es mucho mejor aceptar que la forma es parte del contenido democrático que ser “un bocazas de los cojones” (u ovarios).