Cuando se despertaron ya no hablaban de las cosas
que importan. Una hora antes del barro, en el famoso debate decisivo e
interminable, se habían limitado a torturar los números hasta que confesaban lo
que los candidatos deseaban. En resumen: nos ofrecieron una cena gratis; cosa
que en economía no existe y que Bruselas no piensa pagar,
Si pretendían Ustedes averiguar los rasgos de un
nuevo modelo productivo que genere un empleo de calidad, capaz de sostener
nuestro modelo de bienestar, se habrán quedado Ustedes con las ganas.
A parte de una sugerencia poco comprensible sobre un
modelo energético de transición o una inconcreta economía del conocimiento, la
impresión que producen las propuestas es que no hay nada nuevo que ofrecer.
En materia de empleo, en
cuanto se formula la pregunta, los candidatos hablan de autónomos. Es decir que
hay poca o ninguna idea concreta sobre políticas laborales; una renuncia a
estrategias de empleo. La básica idea de que cada uno se construya su puesto de
trabajo, poco productivo y con niveles salariales en el entorno de 900 euros.
Iglesias y Sánchez hablan de
derogar reformas laborales y Rivera de un contrato estable pero no de medidas.
Rajoy se apunta a crear dos millones de empleo.
Todos parecen fiar la creación de empleo al resultado de un crecimiento
económico y vienen a proponer que al final de la legislatura hayamos recuperado
todo el empleo perdido en la crisis.
Inconsistente con ese propósito, si pensamos en
necesidad de inversión, es que El PP y
Ciudadanos, propongan bajadas de impuestos. Mientras, PSOE y Podemos proponen
subidas de gasto. Ni unos ni otros parece que puedan cumplir las cifras que
proponen, alejadas del marco fiscal de la Unión Europea.
En el secreto de todos esta rondar el euro. Algunos con mas descaro, como
Iglesias, en cuyo catálogo ofrece formas variadas de que nuestra salida parezca
un accidente. Pero tampoco otros andan con muchos remilgos: interpretan que
concluida la austeridad vuelve el tiempo de la barra libre y Bruselas mirando
al techo.
Así pues mientras Pedro hacía de socialdemócrata verdadero y Pablo iba del
comunismo a la economía del bien común, por cierto de centro, según lo que importara
en cada caso, Rajoy plantaba improbables semillas liberales y Albert se mostraba
dispuesto a lo que hiciera falta.
En una palabra, nos hemos quedado como estábamos. Pero que
no decaiga la esperanza.