Carmena o el capitalismo: ¿Quién mató a Mame


16 de Marzo 2018. ED

Mame Mbaye Ndiaye ha muerto en Lavapiés. Senegalés y de profesión mantero, 35 años, cayó fulminado por un infarto cuando regresaba a su casa. Aún no estaba claro si había sido seguido por la policía en el momento de su muerte o en el centro de la ciudad minutos antes, cuando los concejales a cargo – Barbero y García Castaño- han encontrado culpable: “el capitalismo”.

Por si acaso la guardia civil se ponía a buscar al capitalismo, para detenerlo en consecuencia,  Ganemos – parte del Gobierno municipal-  afirma “son dos años ya desde que …empezaron a presentar(se) denuncias por hostigamiento, persecuciones, malos tratos y palizas por parte de agentes de la policía municipal, sin que haya una respuesta clara ni haya cambiado esta situación”. O sea, Carmena es responsable política.

Las pancartas sobre la bienvenida a los refugiados que nunca llegan son inconsistentes con los 'manteros' perseguidos, los sin techo en los bancos de El Prado o los inmigrantes danzando por la ciudades de parque en parque.

En estos tiempos donde lo progresista es echarse los muertos encima, el portavoz más progresista de la socialdemocracia europea acaba de acusar a la "prisión permanente revisable de acabar con la vida de Gabriel Cruz. Los más de izquierda de verdad, verdadera, han inflamado su discurso culpando a quien sea para legitimar, dicho sea de paso, la violencia que no ha sido ejercida por inmigrantes sino por españoles henchidos de razón anticapitalista.

La “profecía del mantero” anunciada por todos los ayuntamientos del cambio ha acabado por irritar, desde Madrid a Zaragoza, desde Barcelona a Valencia, a todos aquellos (pocas aquellas) a los que se prometió regularización comercial.

Cuando alguien muere en las calles de una Ciudad, sus responsables deben dar explicaciones. Incluso hay capitalismos donde la gente no muere. Las pancartas sobre la bienvenida a los refugiados que nunca llegan son inconsistentes con los manteros perseguidos, los sin techo en los bancos de El Prado o los inmigrantes danzando por la ciudades.

De acuerdo, compremos el discurso, es el capitalismo y sus reglas quien impide la venta callejera, el drama de los sin papeles que siguen pululando en nuestras calles, con problemas para acceder a salud y educación. Pero todo aprovecha para el convento.

El drama de los sin papeles, nuestra insensibilidad general sobre su situación, nuestra reivindicación de bienestar mínimo, que nunca alcanza a los más pobres – ellos y ellas no votan ni nunca han sido hijos de clase media-  está en el centro del  un conflicto confinado en Lavapiés.

Es mucho mejor  hacer discurso sobre el drama social que resolverlo. En el camino de defender una cosa y su contraria, los ayuntamientos del cambio sucumben: los derechos del comercio al que protegen, incompatible con sus promesas a los manteros, han creado más radicalidad que integración, y resulta venir a ser lo mismo que quienes no dan papeles.

“Capitalismo asesino” y, naturalmente, su “policía asesina”, dicho esto con el civilizado discurso del adoquín, acompañados de los daños a los bienes vecinales y comerciales del barrio, son los gritos que al final han determinado la aparición de la xenofobia en Alemania, Austria, Francia o Bélgica, por un poner.

El drama de los sin papeles, nuestra insensibilidad general sobre su situación, nuestra reivindicación de bienestar mínimo, que nunca alcanza a los más pobres – ellos y ellas no votan ni nunca han sido hijos de clase media-  está en el centro de un conflicto confinado en Lavapiés, cuyo responsable político echa la culpa al capitalismo, y se va a descansar y dar un mitin.

Si; se puede organizar la política municipal para paliar los efectos de las políticas generales que enturbian nuestras ciudades. Esa era la promesa del cambio. Otra incumplida.

Lo que ha ocurrido en Lavapiés nos anuncia una rabia de “ilegales” escondida en nuestras ciudades, una frívola radicalidad y una ciudadanía enervada. Podemos echarnos los muertos a la cara o

Mientras nos echamos los muertos a la cara, quizá convendría hacer algo, mientras tanto culpemos al malvado capitalismo, fuente de todos los males.O a Carmena, que no es del cambio de verdad, verdadero