Asesinan a Jo Cox y un tipo, faro y guía del independentismo y el
derecho a decidir, escribe: “ toda transformación constitucional profunda
requiere muertes”. Escrito lo cual yo me quedo vomitando y él se va a una muy
democrática reunión.
Poco después, otros se ponen a hacer escraches a los mítines del
PP porque “hay que borrar su campaña”. El mismo día, los más extremos peperos y
la “guerrilla” podemita infectan las redes con imposibles acusaciones de
racismo al candidato socialista.
Por si acaso a Ustedes se les ocurre torcer el morro, Monedero se
ha sentido en la obligación de resumirles un modelo de estado para
discrepantes: él tiene guardias en sus candidaturas para que el gobierno (sic) ordene
detenciones; el cambio consiste en saltarse el pequeño trámite de los jueces
que solo retrasa las cosas, como todo el mundo sabe.
El de la sonrisa beatífica, hoy nuevo socialdemócrata, ayer de
Tsipras y anteayer de Maduro, y siempre de lo que haga falta, no sabe nada de
ninguno de estos asuntos. Y, en ese momento, uno se acuerdo de aquellos y
aquellas sonrientes y beatíficos muchachos que cantaban patrióticas canciones
en “Cabaret” antes de masacrar al personal.
Así que ya se a quien no debo votar. Pero no hago catecismo así que Ustedes reflexionen por su cuenta.
Si las campañas y la política la protagonizan los extremos, la ira
sectaria y pequeño burguesa se apodera del debate político. Un territorio donde
cualquier idea desaparece. Nada más hipócrita que la sonrisa que tolera las
violencias. Nada más fascista que el gobierno que “a la matinada” ordena
detener.
Quizá les sorprenda a los que proponen crímenes como estrategia de
cambio constitucional pero el miedo al griterío no nos entretiene como no nos
entretienen los que usan el miedo como bandera contra las alternativas.
La gran trampa en la que cayó la izquierda es ser timorata con la
ira. Perdonar escraches, baladronadas e impresentables tuiter. Eso le dejó a la
derecha campo para defender la convivencia como moderación, la serenidad como
reaccionarismo y el diálogo como patrimonio privativo.
Me pasa lo que, según las encuestas, le pasa a la mayoría de los
españoles y españolas: tengo más claro lo que no deseo que la opción
constructiva. Estoy en ello no se preocupen. Pero ya les adelanto que ando
ahíto de toda esa cuerda de sonrisas falsarias.