La papelera y la historia.

Para colocar a alguien en una papelera hace falta un exceso de soberbia personal e intelectual. Pero, sobre todo, para colocar a una persona en una papelera hay que ser algo nazi. Que lo haya hecho el tal Salella, diputado de la CUP, no debe sorprendernos: nada más antisistema que un nazi, que siempre ha despreciado la democracia burguesa y partidaria.

Hay que ser comprensivo, en todo caso: cuando uno acaba de pactar, a la vez, un “tamayazo”, dos tránsfugas  y la liquidación de dos diputados propios, tiene que buscar alguna justificación de miras elevadas que tenga que ver con la historia, la patria o ambas cosas a la vez.

El tal Salella ha cumplido con la función que se le había encomendado, como portavoz del más impresentable ridículo histórico que recuerda la política parlamentaria; cierto, un buen antisistema desprecia la democracia representativa y se pasa por el forro las decisiones de sus bases, cuando las bases se dejan llevar por la propaganda revisionista, es sabido.

Naturalmente, si nos puede el estupor porque antisistema y anticapitalistas hayan votado candidaturas de corrupción y recortes, candidaturas de derecha y de exclusión, es por que somos españolistas, fascistas o comunistas (pueden elegir Ustedes la papelera en la que ser desechados), según destacados portavoces del liquidado movimiento unitario y popular que, como todos los que se ponen tal apellido, ha demostrado que ni es unitario ni es popular.

Lo dirá la historia: la traición de la CUP no es solo con los propios sino con todos y todas las que aspiraban a plataformas de izquierda que desplacen las políticas que nos condujeron al desastre. La CUP  ha  hecho que nuestra sociedad sea más conservadora, ha construido barricadas contra el cambio, arriba y abajo del Ebro. La pinza entre la ultraizquierda del mundo y la derecha catalana ha presionado contra la pluralidad política, en España y en Catalunya.

Las risas de Mas acompañarán, sin duda, su humillante venganza. Él se ha quedado sin juguete pero ha cambiado la traición de los propios, aterrados por la perspectiva electoral, por la mayor intromisión en la vida de otro partido que recuerda la política española. No  hay precedentes de ignominia similar; pero los hay menos de una justificación tan grosera como la organizada por los antisistema

La historia no mostrará papeleras sino hechos. Y los hechos son que la nueva política ha producido, en tres meses, más ridículo que la vieja en tres años; más opacidad que las practicada en las viejas componendas partidarias y más traiciones a las bases que un comité de partido cualquiera.

Lo que era entusiasmo ha sido sustituido por una irremisible tristeza; lo que era proyecto se convierte en un pozo de vergüenza.
 
Ser antisistema catalán mola, permite cualquier felonía a gusto del consumidor, se lo tengo escrito. Lo malo de estos "antisitema" de patio de recreo, “rojipijos” devenidos en diputados y diputadas, es que no solo le hacen daño a los propios sino a la gente a la que tanto citan, sea catalana o española. Naturalmente, si ellos no son el cambio, los demás no importamos.

Igual hemos ido todos y todas a la papelera.