Turno corto, izquierda escasa. Feliz Navidad.

La derecha ha ganado las elecciones y los que pueden dirigir gobiernos son los jefes del bipartidismo. Da la impresión de que la gente ha votado más pluralidad que cambio o, en todo caso, ha votado mayor protagonismo a los emergentes, pero digámoslo claro: menos de lo que ellos mismos aparentan, por mucho que La Secta se empeñe en mantenernos en campaña.

No obstante, como es normal, todo el mundo ha ganado y hasta Garzón, al que no han votado ni los gatos, presume de éxito. Hay cosas irrelevantes a fecha de hoy, aunque tendrán trascendencia de futuro, como la desaparición práctica de la izquierda transformadora, en tránsito hacia Podemos, el nuevo palo de la ciudadanía a Artur Mas. También, la evidente necesidad de una reflexión socialista.

La confección de gobierno es una tarea complicada por no decir imposible. Entre otras cosas, por el asunto de la amenaza de las anticipadas. Los partidos se mueven lejos de la voluntad de acordar porque temen más los costes del acuerdo que del no acuerdo. En realidad, ellos pagan el primero, el segundo los paga la ciudadanía.

Así, el PSOE teme que los de Podemos les vacíen el electorado, con el discurso sobre los malvados que apoyan a Rajoy. Los de Podemos son los que quieren elecciones y deben hacer discurso para mantener el préstamo periférico. Los de Ciudadanos, pillados a contrapié, prefieren acuerdos antes de que el PP rentabilice un posible anticipo.

La izquierda, tan fragmentada como insuficiente, construida en buena parte fuera de la cultura de gobierno, tan alejada de la idea de pactos, parece difícil que pueda aportar un gobierno alternativo. Pactos que, de algún modo improbable, deberían sumar a Esquerra y PNV.

En una licencia poética y poco rigurosa, de tantas que se le permiten al personal de Podemos, califican de turnismo al sistema político español. No me entretendré en recordar que turnismo significaba que la alternancia no la marcaban las elecciones sino el Rey. En todo caso, si algo está claro es que Podemos busca un turno corto, una legislatura breve e inestable, un escenario de  elecciones anticipadas que les permitirían continuar con su estrategia de sorpasso.

Proponer, como base de acuerdos, una reforma constitucional imposible, en la medida que el PP puede paralizarla, un referéndum que solo Esquerra, Convergencia y Podemos pueden apoyar o rizar el rizo, a la manera de Errejón, sugiriendo que el pacto requiere la salida de Pedro Sánchez, solo son trucos de trileros para que no parezca lo que es: que quieren anticipadas.

IU, dispuesta a lo que le den, absolutamente irrelevante, en encefalograma más plano que el de Santiago Carrillo, detenta un programa de imposible gobierno y una cultura de sectarismo antisocialista tal que un pacto añadiría bochorno a la irrelevancia. Los de Esquerra Republicana muestran escaso interés por los asuntos de izquierda y más por la imposible independencia.

La ciudadanía de izquierda puede estar contra Rajoy pero sus partidos no parecen ni dispuestos ni con capacidad de articular alternativas.

Los socialistas no solamente están atrapados por su debilidad y la de sus potenciales socios sino por la necesidad de mantener un equilibrio interno entre los que firmarían un acuerdo con el PP y quienes se niegan a un acuerdo con Podemos que, además, no coinciden entre ellos. O sea, que Pedro Sánchez tendrá que votar que no y preparar su Congreso, con permiso de Andalucía, naturalmente.

En todo caso, resulta paradójico que entre los discursos de contenidos nadie haya pronunciado la primera preocupación de la ciudadanía: el paro. Preferimos los guiños improbables, las retóricas que demandan las televisiones, especialmente La Secta, y los relatos de campaña.

Conclusión, nos queda izquierda escasa y turno corto.
Aunque yo pasaba por aquí no a reflexionar sino a desearles una estupenda Navidad, que uno anda en modo vacaciones. Así qué hasta la semana que viene.