Cuaderno de campaña (2): Palabras que sin ti no son nada.


A quienes padecieron exclusión en la noche electoral

Se acabó: ha llegado el viejo momento de pedir el voto. Finaliza el espectáculo de baile, guitarreo y danza en el que se han entretenido y empieza el tiempo de contarnos cómo será nuestra vida.

Ha llegado el momento de que hablen. Anoche, empezaron a lanzarse palabras los unos contra los otros. La noche de los carteles brillantes de cola es especial: hasta el Tato se siente Presidente del Gobierno y, naturalmente, hasta el Tato habló y dijo su correspondiente tontuna.

Entre copas y cola brillante, hablaron entre el habitual colegueo. El que parece que va a ganar, cocina del CIS mediante, recurrió a la épica del pasado, de Aguirre, la extrema, acompañado. El que debe acompañar al que quiere ganar vino a decir que es tiempo...de pillar, se entendió.

El de la alternancia viaja entre lo nuevo y la abundante socialdemocracia europea de la penúltima vía que le acompañó, sin saber dónde quedarse, mientras Gabilondo cita a Aristóteles, que es cosa novísima.

El del cambio, chico modesto, se presentó como Capitán en pueblo gobernado por una  IU huérfana, que anda prometiendo países nuevos con improbables programas, aunque nadie parece hacerle caso, dado el plano encefalograma de los sondeos.

No obstante, la tontería del día corresponde a Podemos Vitoria y a @juralde que han tuiteado, ni más ni menos: "se ha creado una clase social que antes no existía, la de las personas que trabajan y no llegan a final de mes". Desde las jornadas extenuantes, los trabajadores pobres y los niños esclavos de la Revolución industrial se les llama clase obrera. Decidan Ustedes si nosotros y nosotras somos unos cenizos o @juralde un pijo inventando clases sociales.

Pero, amigos y amigas, ellos hablan (ellos, ya que señores son) porque la soberanía es nuestra. Hay a quien le parece cosa vieja pedirnos el voto, a quien le sobra nuestra presencia o la acrisolada militancia de Ustedes, a quien le molesta nuestro soberano rechazo. Cosa de cada cual. La soberanía nos pertenece. Por eso es irritante que, por una u otras razones, haya quien no pueda ejercerla.

Conviene recordar a aquellos y aquellas que han sido excluidos de esta noche de palabras y copas devenida en fiesta en recuerdo de aquellas noches oscuras y viejas, hoy olvidadas y denostadas por evocadoras de nostalgias de payasos tristes, en las que el voto era prohibido y costaba la vida.

Entre ellos y ellas, cinco mil de la afiliación de IU de la Comunidad de Madrid. A pesar de quienes aconsejábamos lo contrario, permanecieron leales a su compromiso de décadas. Finalmente, los consejeros teníamos razón y la máquina de capolar ideas e ideales ha caído sobre ellos y ellas.

Hay algo de justicia poética en el silencio con el que los medios ningunean al pequeño tiranuelo, portavoz de un grupo de presión que usurpó gloriosa sigla y ejerce de  muñidor de máscaras electorales que escondan viejas vergüenzas.

Anoche, uno de los muy sobrevalorados programas de la nueva comunicación presentó la valoración de líderes del CIS, escondiendo al tercer mejor valorado. Le quitó la palabra y la presencia con el mismo desdén con que el joven tiranuelo privó a su gente de  bandera.

Pero, amigos y amigas, arriba los corazones, no sois los únicos en padecer la tristeza de la exclusión: hay quien os precedió. Tranquilidad; los silencios pueden parecer largos y antiguos pero no son eternos.

Las palabras sin vosotros y vosotras no son nada. Busquemos, como recientemente se nos ha recomendado, izquierdas a las que votar y preparad un camino para recuperar la palabra que anoche no salió  a las calles.