Las primarias del centro: el debate

He leído que ayer fue el día del debate. Al parecer, los dos candidatos de la Sexta, en el programa de un periodista tan sobrevalorado como los propios candidatos, celebraron el debate de las primarias del partido del centro.

Confieso que pertenezco al 75% de los televidentes que no lo vio. No solo es que no piense votar a los candidatos de Roures. Es que ver las carreras hacia el centro de candidaturas de derechas o izquierdas extremas me cansa. Como no lo vi, no glosaré su contenido, opinaré sobre el formato y su transcendencia para el futuro comunicacional, al parecer notabilísima.

Ya se yo que a las izquierdas, algo masoquistas, les gusta el tema, como señala la audiencia del debate. pero a uno la cosa política del duo dinámico no le anima mucho.

Se ha escrito, incluso, que el debate supone “una nueva era en la comunicación política televisiva”, cosa escrita en el faro y guía de occidente, imagino que tras notables reflexiones. Qué cosas, los expertos de la comunicación líder del mundo organizando los debates de primarias americanas en los viejos estrados de casta, sin entender que en España hemos encontrado el formato.

O sea, que lo que se lleva ahora y llenará de luz nuestro futuro, el formato definitivo, es un debate de barra de bar y fondo de botellero, donde el sobrevalorado periodista es un amiguete que no insiste demasiado en que se acierte o no en los que se dice.

Es decir, lo nuevo es un debate de actores. Algo coherente con la idea del político bailarín, moda actual, donde lo importante no es organizar el mundo, y menos aún cambiarlo, sino ocupar el centro del escenario. No es el debate político, es la danza de los bailones, en el sentido de Kundera, lo que se nos quiere imponer.

Un nuevo método donde, naturalmente, solo caben dos o uno: los candidatos de las cadena; porque fuera de la cadena amiga, como hace FOX News con los demócratas, por un poner, no hay salvación. Y si no, que se lo cuenten al antes amado Garzón, llorando ahora por las esquinas para que le dejen poner los cafés en el debate.

El espectáculo siempre pertenece al dueño del escenario. Así, por mucho que se postule Garzón o cualquier otro, la nueva política se basa, como en la vieja, en la invisibilidad de lo que no conviene a la cadena televisiva en cuestión. La exclusión de la pluralidad sigue siendo lo canónico. Solo cambió el rol representado.

El debate de la barra del bar, a modo del hispter que con un café mantiene una mañana trabajando al camarero cuyo salario es bajo debido al bajo consumo, es la única intermediación entre la candidaturas y la ciudadanía. Es lo que nos viene.

Y todo lo demás es vieja política. Actores en blando combate, tratando de que su imagen sea el mensaje, tratando de hacer ruido para que no se vean las señales programáticas.

Que majos, en la barra, ocultando en sus puños cerrados y las manos en sus bolsillos (comunicación no verbal), vean la foto que les puse, si son de izquierdas o derechas.