¡Asuuucar! ¿Hay pueblo pa tanta gente?

Ya es todo cosa de encuestas, un par de tertulias y una foto en una revista de pensamiento, tipo Vanity Fair. ¿Los principios? Los principios, como su propio nombre indica, son para el comienzo.

Lo que dicen las encuestas, y los correspondientes expertos en fraguar la unidad del pueblo han traducido literalmente, es que la cosa consiste en pelearse por atrapar a la clase media y media – alta que viene a estar cabreada por su empobrecimiento y el de sus hijos. Se trata de un 30% de la población, punto arriba o abajo, que, a medida que se acerquen las elecciones, girará entre las distintas ofertas de pueblo, pueblo, que se pondrán en el mercado.

La clase media, y media alta está muy cabreada. La crisis no ha sido otra cosa que la ruptura de un modelo de redistribución de la renta a favor de la clase media y media alta. Se lo diré de otro modo: a la pequeña y mediana burguesía le viene a molestar que sus impuestos se los lleven la banca, los sobreprotegidos obreros, andaluces que no saben pescar y extremeños que no saben cazar.

Es por eso que hay que ser de “abajo”, porque eso remite a los poderosos que se han apropiado de los impuestos de la clase media y no a obreros que compiten por el asunto.  Entenderán así que los de Podemos estén abandonando sutilmente lo de la renta mínima generalizable para los que no curran y que los de Ciudadanos intenten ganarles el paso con su “complemento salarial”: es decir, un subsidio pero para los que trabajan, para los “menosdemileuristas” hijos de clase media.

Lo que estamos viviendo es algo que Europa conoce bien, en ausencia de concertación: una cruda batalla por el pastel fiscal. Visto lo visto, entenderán la conocida paradoja española: los obreros solicitan bajadas de impuestos y los más ricos quieren gasto público. Es la única manera de pillar cacho, sin que los votantes del aparente centro se mosqueen.

No les sorprenda, por lo tanto, que esa izquierda que ha asumido desde siempre que cualquier ventaja de la clase media deba ser compatible con la generalización y la universalización del bienestar, e incluso – tropelía- que debe cambiarse el patrón de redistribución, deba salir del campo. Lo que se debe llevar es la caridad con los excluidos y el bienestar de los integrados. Tipo Papa Francisco, para que me entienden.

¿Cuánto gestor fiscal tenemos en el mercado político? Demasiado, empieza a parecer, para una clase media que ha mostrado un bajo grado de fidelidad política. En una última de las encuestas, los propios votantes de clase media y media-alta afines a Podemos declaraban que era un partido para un rato.

Hay muchos y muy notables voceros de la unidad popular, popular (unidad popular que, naturalmente, se compondrá sin socialistas y comunistas, izquierda de obreros chupadores de impuestos). En realidad, la mayoría de ellos solo se ponen las adecuadas y brillantes ropas para, como esperaban los griegos de Kavafis, poder recibir a los bárbaros y que los pillen en el escaño adecuado.

Lo sorprendente es que a esos contribuyentes a la unidad popular, popular, de clase media y media-alta se sumen los que hasta ayer defendían no ya la universalización del estado del bienestar sino la superación del malvado sistema. Claro que deben entenderlo: ¿y si se quedan sin salir en el Vanity con lo guapos que son? Los principios son para el comienzo, se lo tengo dicho. 

Aunque, ¡Asuuucar! ¿Hay pueblo pa tanta gente?