Sin el centinela de la memoria.

Manolo Vázquez Montalbán murió, hace hoy diez años, entre las golondrinas de Bangkok, justo ahora que hace treinta años que Carvalho acudió a los mares del sur llamado por Teresa Marsé (ahora que cumple ochenta años Juan Marsé).

Hay, en mi biblioteca, una dedicatoria de Manolo en el Asesinato: “para Juan que sabe de que va”. Tenía razón porque, en realidad, de eso iba su trabajo: recordarnos que entre los cascajos de las derrotas cosechadas y las banderas rotas, vive siempre el anhelo de justicia que mueve a los que alguna vez fuimos sus conmilitones.

Hoy, hace una década que nos quedamos sin el centinela de la memoria. Tiene su lógica que los vencedores arrojen la historia a la basura. Es, igualmente, razonable que las víctimas insistan en rescatar la historia de los profesionales del olvido. En realidad, todas las pesquisas de Carvalho responden a esa inacabable tarea.

Manolo no se llamaba Manel, quizá porque los que nacen a cien metros de El Raval de la posguerra se llaman como le sale de los cojones del alma. O porque, como buen psuquero, era de la nación sin olvidarse de los suyos. Si las golondrinas de Bangkok no se lo hubieran quedado, hubiéramos entendido como el pujolismo devenido en independentismo no era precisamente un camino que recorrer frente a la resurrección de la unidad de destino en lo universal.

Con él hubiéramos entendido cómo la exuberante irracionalidad de los últimos años de la burbuja convirtió la astracanada de Roldan en el patético fin de fiesta de Bárcenas o Fabra.

Sin duda alguna, él, que pidió ser quien apagara la luz en el extenuado comunismo occidental, hubiera encontrado la manera de hacernos saber como ser de izquierdas en estos días de irredimible tristeza.

Ahora que algunos concejales rojos arremeten contra sus alcaldes por aquello de ser como los políticos bailarines de los que habló Kundera, “que no desean una organización social sino ocupar el escenario". Ahora que una parte de la izquierda verdadera se obstina en negar los derechos conquistados tras la dictadura. Ahora que el populismo vence a una progresía incapaz de defender la política. Ahora, justo ahora, nos vendría bien una frase de aquellas de Carvalho que desnudaban a todos y todas los bailarines

Aunque quizá si lo hizo cuando en la cita que abre Milenio, el último viaje de Carvalho, se lee a Flaubert afirmar: “Y al tener más ideas sufrieron más”.

Sufran, pero tengan ideas y dejen las ocurrencias para los bailarines que aspiran al TDT en lugar de salir en la 1. El centinela lo hubiera hecho.