La crisis se ha cargado sobre las hormigas. Lo tiene escrito Yanis Varoufakis que nos advirtió sobre la cantidad de saltamontes que nos rodean.
Los saltamontes son ese tipo de animales “explotadores, especuladores y corruptos, que se provecharon de la bonanza de la burbuja que habían provocado, están ahora privatizando sus ganancias y socializando los malos resultados de sus desmanes con cargo a las hormigas”.
Una de las más afamadas portavoces de los saltamontes, la Sra. Cospedal, acaba de declarar que el mes de agosto habrá sido el mejor en empleo desde el 2.000. No se engañen; esto no quiere decir que vuelva el tiempo de las hormigas sino que los saltamontes han hecho el agosto y se aprestan a hacer su otoño.
Nada más lejos que no alegrarme por todos y todas que han podido trabajar este verano. Lo que lamento es que los beneficios de los saltamontes se han construido sobre los contratos más precarios que se recuerdan y sobre salarios de absoluta miseria.
Ahora que se camina, prácticamente, hacia un tipo de contrato, desearía que tanto profeta del contratito único, gente cabal por otra parte, nos construyeran una alternativa a la creciente “miserización” salarial.
Los saltamontes revivirán en otoño. Las entidades financieras no dan crédito, que es su trabajo, ni piensan hacerlo a corto plazo, pero empiezan a tener beneficios, si es que alguna vez dejaron de hacerlo.
Las eléctricas se aprestan a mejorar sus márgenes con otra vuelta de tuerca a las facturas y las grandes constructoras invierten en el extranjero los ahorros producidos por los despidos en España.
Los gestores de la sanidad, algunos especuladores multinacionales, empiezan a comprar el sistema de salud, empezando por Madrid; los fondos buitre se quedan con la vivienda pública de alquiler, para venderla a sus inquilinos por el triple de lo que han pagado por ella, y así sucesivamente.
Observen la felicidad de los saltamontes y escuchen con atención cuando les digan que la crisis es territorio de oportunidades. Observen como los saltamontes que generaron el drama son los que viven del desastre.
El otoño será tiempo de planificar grandes beneficios para los saltamontes. Especialmente procedentes del sector público. Una vez que hayamos vendido lo que era del común, ya podremos bajar los impuestos, al fin y al cabo no quedará mucho que sostener.
En fin, en este mundo que sigue siendo bastante peregrino, como no me canso de contarle, Usted y yo hemos nacido para hormigas; o sea, que somos de la parte gilipollas del laberinto.
Los saltamontes son ese tipo de animales “explotadores, especuladores y corruptos, que se provecharon de la bonanza de la burbuja que habían provocado, están ahora privatizando sus ganancias y socializando los malos resultados de sus desmanes con cargo a las hormigas”.
Una de las más afamadas portavoces de los saltamontes, la Sra. Cospedal, acaba de declarar que el mes de agosto habrá sido el mejor en empleo desde el 2.000. No se engañen; esto no quiere decir que vuelva el tiempo de las hormigas sino que los saltamontes han hecho el agosto y se aprestan a hacer su otoño.
Nada más lejos que no alegrarme por todos y todas que han podido trabajar este verano. Lo que lamento es que los beneficios de los saltamontes se han construido sobre los contratos más precarios que se recuerdan y sobre salarios de absoluta miseria.
Ahora que se camina, prácticamente, hacia un tipo de contrato, desearía que tanto profeta del contratito único, gente cabal por otra parte, nos construyeran una alternativa a la creciente “miserización” salarial.
Los saltamontes revivirán en otoño. Las entidades financieras no dan crédito, que es su trabajo, ni piensan hacerlo a corto plazo, pero empiezan a tener beneficios, si es que alguna vez dejaron de hacerlo.
Las eléctricas se aprestan a mejorar sus márgenes con otra vuelta de tuerca a las facturas y las grandes constructoras invierten en el extranjero los ahorros producidos por los despidos en España.
Los gestores de la sanidad, algunos especuladores multinacionales, empiezan a comprar el sistema de salud, empezando por Madrid; los fondos buitre se quedan con la vivienda pública de alquiler, para venderla a sus inquilinos por el triple de lo que han pagado por ella, y así sucesivamente.
Observen la felicidad de los saltamontes y escuchen con atención cuando les digan que la crisis es territorio de oportunidades. Observen como los saltamontes que generaron el drama son los que viven del desastre.
El otoño será tiempo de planificar grandes beneficios para los saltamontes. Especialmente procedentes del sector público. Una vez que hayamos vendido lo que era del común, ya podremos bajar los impuestos, al fin y al cabo no quedará mucho que sostener.
En fin, en este mundo que sigue siendo bastante peregrino, como no me canso de contarle, Usted y yo hemos nacido para hormigas; o sea, que somos de la parte gilipollas del laberinto.