Entiéndanme: cuando se vende el país (este y el que no es de aquí pero tampoco se sabe de donde) a precio de saldo, los inversores no están para zarandajas. Es lo que hay.
O sea, que en los casinos de Barcelona de cadenitas patriotas nada y en el de Madrid se fuma uno un habano, mientras se blanquea unos dólares. Y por supuesto, si en Madrid no pagan impuestos, allí, aunque no quieren ser de aquí, tampoco, faltaría más.
Si las dos mayores economías peninsulares, antaño gloriosas y hoy desmoronadas, han planeado su modelo de negocio futuro sobre el juego, sea el dueño americano o asiático, uno se aguanta porque “quien paga, manda”, que es dicho muy catalán por cierto.
Cuando sorteamos España (y lo que al parecer no es España) a cachos, malvendemos lo público, colocamos suelo de los amigos que nada valía y abrimos fronteras a sospechosos negociantes, luego no vayan y se me quejen.
Los de Barcelona World no quieren tontunas nacionalistas y Adelson no viene si en los casinos no se fuma. O sea, que una vez conseguido lo que querían exigen un par de condiciones más.
Los negociantes catalanes quieren los beneficios fiscales que tienen los de Madrid (porque, naturalmente, era un escándalo lo que pedía Adelson pero el futuro de la nueva patria bien vale un nuevo esfuerzo) y los de Madrid quieren el dinero fácil que los catalanes han prometido a los suyos.
La prima de riesgo va bajando porque los inversores ya tienen lo que pedían: una república bananera en Europa, el sueño de todo inversor (aún quedan sindicatos pero de estos nos ocupamos en un par de días).
Ahora que todos han tomado posiciones para quedarse a precio de zoco con el patrimonio público y corporativo de unos y otros, ahora que se montan negocios tipo Cuba de Batista o se compra el sector público a cachos, ahora, no les vamos a estropear el negocio, ya me entienden.
Al dinero no le gusta el ruido ni las gansadas. Y lo que tienen que hacer los virreyes periféricos es rezongar menos y cumplir más. Que ya vamos con retraso en la cosa de los regalos prometidos.
Qui paga, mana, senyors, així que o som europeus o l'hem cagat.
Por ayudar a los pueblos emergentes con nuevas ideas, se me ocurre que, ahora que Esquerra piensa poner aranceles a las exportacions que pasan por las carreteras catalanas, en un nuevo concepto de comercio internacional, quizá debieramos crear una nueva idea de Casino Catalán: ponerlo en Andorra pero que los clientes entren por la plaza Catalunya.
O sea, que en los casinos de Barcelona de cadenitas patriotas nada y en el de Madrid se fuma uno un habano, mientras se blanquea unos dólares. Y por supuesto, si en Madrid no pagan impuestos, allí, aunque no quieren ser de aquí, tampoco, faltaría más.
Si las dos mayores economías peninsulares, antaño gloriosas y hoy desmoronadas, han planeado su modelo de negocio futuro sobre el juego, sea el dueño americano o asiático, uno se aguanta porque “quien paga, manda”, que es dicho muy catalán por cierto.
Cuando sorteamos España (y lo que al parecer no es España) a cachos, malvendemos lo público, colocamos suelo de los amigos que nada valía y abrimos fronteras a sospechosos negociantes, luego no vayan y se me quejen.
Los de Barcelona World no quieren tontunas nacionalistas y Adelson no viene si en los casinos no se fuma. O sea, que una vez conseguido lo que querían exigen un par de condiciones más.
Los negociantes catalanes quieren los beneficios fiscales que tienen los de Madrid (porque, naturalmente, era un escándalo lo que pedía Adelson pero el futuro de la nueva patria bien vale un nuevo esfuerzo) y los de Madrid quieren el dinero fácil que los catalanes han prometido a los suyos.
La prima de riesgo va bajando porque los inversores ya tienen lo que pedían: una república bananera en Europa, el sueño de todo inversor (aún quedan sindicatos pero de estos nos ocupamos en un par de días).
Ahora que todos han tomado posiciones para quedarse a precio de zoco con el patrimonio público y corporativo de unos y otros, ahora que se montan negocios tipo Cuba de Batista o se compra el sector público a cachos, ahora, no les vamos a estropear el negocio, ya me entienden.
Al dinero no le gusta el ruido ni las gansadas. Y lo que tienen que hacer los virreyes periféricos es rezongar menos y cumplir más. Que ya vamos con retraso en la cosa de los regalos prometidos.
Qui paga, mana, senyors, així que o som europeus o l'hem cagat.
Por ayudar a los pueblos emergentes con nuevas ideas, se me ocurre que, ahora que Esquerra piensa poner aranceles a las exportacions que pasan por las carreteras catalanas, en un nuevo concepto de comercio internacional, quizá debieramos crear una nueva idea de Casino Catalán: ponerlo en Andorra pero que los clientes entren por la plaza Catalunya.
Eso si, el transporte que lo pague la ciudadania con la sanidad privatitzada por Convergencia y Esquerra. La cuatribarrada bien lo vale. Total, en Madrid ya lo han hecho.
Hagan lo que quieran pero no molesten a los inversores, que se van a especular a otra parte.
Hagan lo que quieran pero no molesten a los inversores, que se van a especular a otra parte.