La irredimible tristeza del sobre abierto

Cuando todos los sobres han quedado abiertos, toda la podedumbre ha quedado desnuda y los secretos nos han explotado en la cara. La suya, si; y la nuestra: porque ahora sabemos que siempre fuimos un país miserable.

Ahora sabemos que lo de ir por b no es cosa de albañiles, fontaneros o demás chapuceros de proletario origen. Han ido por b próceres y padres de la patria, ilustres patrones y notables burgueses. Y el personal se carcajea ante ese agente de hacienda que busca la paja en el ojo ajeno.

Pero no se me extrañen. Al fin y al cabo, el sobre es un invento de la burguesía.

Cierto que los babilonios cubrían sus pizarras con barro cocido para hacer inviolables sus chalaneos. Verdad es que los medievales monarcas absolutos, amparados en su poder, producían simples "sobrescritos". Pero fue la burguesía, allá por el siglo XVII, quien decidió vestir la carta desnuda, ocultar secretos, arteros propósitos o felices mensajes.

Pero la carta ha sido groseramente desnudada y lo que nació para secreto es de público dominio. Y todo el mundo está muy excitado. Los que publicaron el secreto, a ver si de esta salvan lo insalvable. Quien era dueño del secreto para salvar su mamandurria. Los que estaban en el secreto, para intentar que el secreto lo siga siendo. Los aspirantes a salvar la patria para quedarse con las ruinas destrozadas.

Y qué quieren que les diga. Uno siente una irredimible tristeza. Porque nos han puesto al desnudo las heces de un país que uno creía digno de ser dejado en herencia a mis hijas.

Tristeza, cuando uno presiente que fascismos de antaño traman su venganza sobre la política que les derrotó. Tristeza, cuando uno comprueba que el sobre no condena a los ensobrados sino a quienes dignamente lucharon y luchan contra el secreto.

Y todos y todas los que miramos nuestras cuentas y privadas cuitas, nos preguntamos qué necesidad tenían estos de tanto sobre. Mientras nos dedicábamos a sortear las tontunas que hacen inviable nuestras vidas, hay quien ha dedicado una década a llevarse a cachos el país que aunque duro, hijo puta y cainita, parecía suficientemente hermoso para dejárselo en herencia a nuestros hijos e hijas.

Y uno, ya ven, se hunde en la irredimible tristeza de quien sabe que los derrotados de siempre volverán a serlo, aunque inevitables salvadores de la patria buitreen entre los restos de los sobres, porque cuanto más cartas aparezcan mas esperanza tendrán de tener secretos en lugar de los que antes tuvieron secretos.

Y uno, triste pero no gilipoyas, pide ideas que nos saquen de esta. Ideas para sacar a esta tierra de esta. Ideas sobre la crisis, el paro, las hambrunas. Esas pequeñas cosas que tanto sobre nos dejó.

Porque sepan buitres, salvapatrias e iluminados que no perderán o ganarán las elecciones los que cuenten sobres sino los que nos cuenten una vida distinta.