Qué le falta a la disculpa para ser real.

La compensación a la ciudadanía y, si me apuran, a los elefantes.

Una disculpa política derivada de un comportamiento personal siempre se recibe con escepticismo. La gente tiende a entender la presentación de disculpas por líderes políticos como una especie de circo, una catarsis tras la revelación de una incorrección.

La disculpa, aún en el supuesto de que sea sincera, no es en sí mismo un acto político definitivo o completo. Es, simplemente, un nexo entre la transgresión y el objetivo final de la reconciliación y el perdón

Cuando las disculpas políticas tienen su origen en una estupidez o un comportamiento personal vergonzoso, obtener el perdón es bastante complicado. En realidad, el escepticismo tiene su origen en que no sabemos si la persona se arrepiente de la actividad que dio lugar a la revelación o se arrepiente de haber sido atrapado.

La transgresión, por otra parte, tiene en este caso un alto déficit ético: precisamente, el camino que va entre compasión y empatía. La gran diferencia entre ambas es que la empatía supone un propósito y la compasión no.

El que había mostrado conmiseración por los que sufren la crisis no ha sido capaz de ponerse en su lugar, de obrar en consecuencia. No es casual que las primeras aceptaciones de las disculpas hayan procedido de quienes practican el discurso compasivo y la practica "antiempática". Y de quienes, por otro lado, tienen un problemón con la jefatura del estado.

En comunicación corporativa suele recordarse con frecuencia que a la disculpa ha de seguir la compensación. No es que me imagine yo al prócer cojo revisando gratis tres millones de toyotas por un poner (clásico ejemplo de disculpa en comunicación), pero algo habrá que hacer.

Este de la compensación es el camino que la más famosa disculpa de la historia de la monarquía española (probablemente, la única) no ha recorrido ni se sabe si está en condiciones de recorrer.

La expresión no verbal compungida (intentada por la casa real) y la hoja de servicios prestados (intentada por el gobierno) pueden conducir a la comprensión o a la reconciliación, pero será insuficiente para la compensación.

Ese trecho hacia la compensación es lo que le falta a la disculpa para ser real. Y o tiene que ver con la empatía con la gente o no servirá para nada, si es que tiene remedio el asunto.