Mucho extranjero; mucho pobre, muchas vacaciones.

Esos, y no el encendido griterío sindical, son los problemas patrios.

El moderno héroe hispano, el jefe de Mercadona, ha pronunciado su homilía anual. Este año, reconociendo sus enormes resultados, logrados sobre la base de cobrarnos las bolsas de la compra y reduciendo la calidad, y mientras de tapadillo negocia con una cadena norteamericana para vender la empresa, nos ha abierto los ojos.

Nos alerta el moderno héroe, sobre la razón de la crisis: los españoles son unos vagos y son los extranjeros los que recogen naranjas.

Un escándalo, un escándalo. Porque ya me dirán Ustedes que hacen aquí esta gente, levantándose de madrugada a recolectar la fruta en lugar de irse a pasar hambre a su país.

Total ahora que ya no necesitamos sus dineros para pagar el sistema de pensiones, porque vamos a quitar tal sistema ni para que los bancos recolecten remesas, que para eso está el dinero público, deberíamos echar a esta gente de aquí para que los buenos españoles recojan las naranjas.

Eso sí en régimen de adecuada explotación, y precios de Mercadona a sus proveedores, ya que, a pesar de el nivel de paro y la caída de renta, el héroe opina que los españoles seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades.

Idea en la que coincide el director de Ford España que afirma que se pagan demasiado salarios y con muchas vacaciones, cosa lamentabilísima porque aunque trabajamos más horas que los alemanes, como todas las cifras indican, tenemos un nivel más bajo de productividad: naturalmente, los empresarios o responsables de la organización técnica del trabajo no son responsables. Son los trabajadores españoles.

Porque los españoles somos unos vagos como muy bien ha indicado el directivo de Ford, una empresa ejemplar, que tuvo que recibir en 2008 créditos del deleznable Obama para salvar su empresa de la competencia japonesa.

Nos sobra dinero, salarios y nada de ser pobres que eso da mala imagen a la gloriosa Marca España que estáis a punto de destrozar, como los griegos y tunecinos, a golpe de manifestaciones e infumables demandas. Hay que acabar con los pobres como muy bien ha dicho el Alcalde de Valladolid.

Hubo un tiempo, sabido es, en que la pobreza era un camino hacia Dios. Cosa de curas medievales. La limosna permitía al rico acompañar al pobre en la salvación eterna. Una vez que en el renacer cultural la iglesia pasó a los asuntos terrenales, el socorro ya no conducía a la salvación; era el trabajo.

En conclusión, al pobre que no trabajaba en la leoninas condiciones de las casas creadas al efecto se les trataba cual ladrones u otro tipo de delincuentes y condenados a castigos similares.

“La Gandula” se llamo a la Ley en que los partidos de la República aprobaron por consenso (que aquí hay para todos) la norma que equiparaba a los mendigos a toda clase de rufianes. El franquismo añadió a la ley a los homosexuales, para que quedara claro de que tipo de calaña hablamos.

El Estado del Bienestar vino a poner fin a este estado leonino de cosas. Ahora bien; finiquitado tal estado por quien puede y debe, es natural que volvamos a las leyes de vagos y maleantes para evitar que los pobres enturbien la enorme imagen urbana por lo que a más de ser multados deben ser expulsados de las Ciudades.

Ofrezco como sugerencia las anglosajonas Poor Laws: todos los vagabundos y personas sospechosas de vivir en tal estado eran colocados en cepos “donde deberán permanecer por el espacio de tres días y tres noches; después, se les ordenará evitar el pueblo”. Siendo un consejo anglosajón, de origen similar al del capitalismo moderno (protestantismo) y coincidente con las leyes de vagos y maleantes, puede ser un excelente consejo para alcaldes celosos de la imagen de su Ciudad.

La Marca España dispuesta a reconstruir sus antaño gloriosos y hoy derruidos muros debe arreglar los graves problemas que nos aquejan afirman los más ilustres próceres y empresarios.

Y los problemas, amigos y amigas, no son los que llenan las calles de griterío. No toquen las narices; lo importante es lo importante: Mucho extranjero en la naranja; mucho pobre en la calle, mucho ocio en las empresas.