Lexat(ob)in para los mercados.

De los mercados deduzco dos cosas: que pertenecen a alguna secta de origen protestante y que su carácter insaciable produce un permanente estado de ansiedad que suelen pagar magníficas y saneadas economías, como la española por un poner.

Efectivamente, cumplen exquisitamente el precepto presbiteriano que aconseja atemperar la prosperidad con el anonimato. O sea: que no sabemos quienes son. Esa realidad difusa que antes llamábamos capitalismo financiero, debido a inconvenientes lecturas seguramente, está integrada por fondos de inversión, instituciones financieras especializadas y algún banco convencional. El caso es que son unos poquitos y esos poquitos pueden cambiar la historia de una moneda.

Os recuerdo que ese beatífico Soros, que predica sobre el sistema, se hizo millonario sacando del sistema monetario europeo a unas cuantas monedas, entre ellas la española. Dos o tres más como ese se están ocupando de poner en jaque al euro. Esos mercados manejan dineros que no son suyos, están obligados a obtener altas rentabilidades y están dirigidos por idiotas especializados (creo que la expresión se la leí a Helmut Schmidt) que en cuanto la Merkel da un gemido se ponen histéricos.

Que la especulación se base en circunstancias económicas irracionales (entre ellas la asimetría del euro – moneda única sin política fiscal única- y las políticas locales absurdas) no justifica lo evidente: la rentabilidad a corto de unos pocos arruina la vida de muchos a largo plazo. Sea por justicia como por supervivencia estamos obligados a encontrar una medicina que calme a los mercados.

Tenemos queridos europeos y europeas un problema y es que la única medicina posible, no es posible a corto plazo: un sistema fiscal único, que permita emitir una deuda común a costa de que los países ricos paguen más intereses y devaluar el euro. Cuéntenle el cuento a los alemanes y les da un ataque. Ese y la falta de liderazgo europeo nos pone al borde de la quiebra. Rescatar a Italia y España no es posible; es simplemente el final del euro.

Por eso el Banco Europeo se empeña en chapucear un día y otro (a costa de comprar deuda para que los mercados se “relajen”, ortodoxo, ortodoxo, de narices) y por eso no hay respuestas a los mercados. Porque no hay política.

Así que a corto plazo tenemos que buscarle un lexatin a los mercados y ese no es otra cosa que una tasa. Seguro que la tasa Tobin anda anticuada, pero seguro que se nos puede ocurrir una tasa europea urgente sobre los movimientos a corto que nos liberen no ya a nosotros sino a la próxima generación de la bancarrota permanente.

Rescatar a Grecia es sinónimo de lanzarla a la bancarrota y condenarla por décadas. Así fueron los rescates en las crisis financieras latinoamericanas, asiáticas, etcétera. Ahora nos ha tocado a nosotros y un día de estos viviremos en “corralitos”, eso si con mucha confianza política.

Lexat(ob)in para los mercados es pararles a golpe de tasa; recortar esos obscenos beneficios y permitir que la demanda interna ayude la mejora de la vida diaria de la gente.