Confieso que dudo.

El propósito de año nuevo debe elegirse con cuidado. Ya se sabe: debe producir ansiedad, suponer cambios sobre el pasado y, sobretodo, debe permitir presumir ante los amigos y disculparse ante el fracaso. Hace seis años que no fumo y se inglés para leer el The Guardian, como cualquier progre pijo que se precie. Lo de adelgazar es decisión tomada en Noviembre así que no cuenta. Dudo, dudo.

Esto de los propósitos de año nuevo viene de los romanos que dedicaron este mes al dios Juno, el que tiene dos caras, una mirando al pasado y otra al futuro. Enero es el símbolo antiguo de la resolución, el dios de los comienzos y el guardián de las puertas y de las entradas. En fin, tengo que darle mi tributo a Juno y elegir un propósito adecuado.

Podría renunciar a la información lo que tendría el inmediato efecto de reducir mis dosis de mala leche y abandonar mis antipatrióticos comportamientos y felonas ideas. Esto podría tener su lado positivo pero, a cambio, ignoraría la contribución de ZP y Pepiño al glorioso futuro que nos aguarda. Demasiado grave. Deberé investigar otros caminos.

Quizá podría asumir el reto de que Rubalcaba me cayera bien, autoconvencerme de que la renovación de la izquierda pasa por él. A lo mejor, con un esfuerzo sicológico, podría suponer que los Bancos son cono ONG´s que hacen lo que hacen por nosotros y la patria. Podría intentar que los editores de periódicos me parecieran decentes gestores del negocio de las noticias o creer que los gestores de los derechos de autor y la Ministra Sinde piensan de verdad en los derechos de los autores.

Pero claro, cualquiera de estos propósitos incumpliría una de las condiciones arriba apuntadas. Quien se atreve a presumir ante los amigos de tamaños propósitos.

No; no va por ahí la cosa. En este año el propósito adecuado tiene que tener nuevas dimensiones además de las apuntadas al principio de mi relato. Debe contribuir a superar el estado de crisis en el que nos encontramos; debe ser una fórmula creativa que demuestre el carácter emprendedor que atesoramos y, naturalmente, contribuir a mejorar el espíritu patriótico.

¡Albricias! Lo tengo. Voy a llamar a mi socio ahora mismo: le propongo maquillar nuestras cuentas y vender el negocio...!a los chinos!

A que mola la creatividad...