Opereta, paso dos: mucho, mucho, ruido

Estoy por irme al extranjero una semana. Van a explicarse. Y explicarse es, como todo el mundo sabe, pillar el mejor tiempo del telediario y coparlo con una entrevista en directo. Es que eran buenos, buenos, pero se explicaban mal. Ahora, da igual lo que sean, lo que importa es que se “expliquen muy bien”.

En aquellos días, os acordáis, en que José Luís era progre, si chicos, cuando la paridad era lo que había que hacer; cuando había que ampliar derechos; cuando habíamos ganado la champion league de la economía; cuando hablar de crisis era antipatriota; cuando íbamos a tener pleno empleo y devolvíamos los impuestos; en aquellos días , si, Jose Luís recomendaba un excelente libro: “No pienses en un elefante” de Lackoff. Libro que viene a decir, entre otras cosas, que cuando uno dice que le faltan palabras lo que le faltan es ideas.

O sea; que estamos como estábamos. Por muchas palabras que le encarguen a la policía, la cosa es que faltan ideas. No hay hoy menos paro, más consumo, mas inversión que ayer, ni más perspectivas. Eso si, hay más ruido. Habrá más ruido.

Televisión Española ha empezado la operación. El Ministro de Trabajo, mientras cantaba la Internacional y con efigie de Pablo Iglesias al fondo (o habrán sido figuraciones mías) ha declarado a Pepa Bueno que no nos confundamos: que él asesoró al Presidente en la reforma laboral; que faltaría más; que eso de rectificar nada de nada, pero que diálogo, mucho diálogo (ruido que, disciplinadamente, han repetido todos los ministros y ministras).

Ruido, mucho ruido. Explicarse, estimados lectores y lectoras, es salir en televisión en “primetime”; anegar de discursos los medios para confundir al personal y parar la sangría electoral. Porque lo que importa, muchachos y muchachas, es que parezca que el tren se mueve aunque se haya cortado la electricidad y no camine hacia ninguna parte.

Que los sesudos analistas no teman, estudien nuevas estrategias, o reelaboren discursos. Esto nos lo arreglan los mercados en dos o tres días. Al fin y al cabo, este es el mundo en el que José Luís se desenvuelve bien: los mercados ponen las ideas y la policía las palabras.