“Un buen francés” no es lo que estáis pensando…

La razón por la que me molesta reflexionar sobre la identidad nacional es que al final todo consiste en buscar un enemigo apañadito, próximo, que caiga antipático a la mayoría y de un puñadito de votos y , eso si, con afamadas canciones y enardecidas músicas.

Yo creía que además de las diversas (muy históricas e independentistas, pero para amagar, como para que no se acabe la fiesta) opciones que ofrece el mercado estatal sólo se habían añadido, recientemente, las posibilidades de ser “verdadero finlandés” o nazi inglés. También estaba la cosa de las “patrullas” de Berlusconi pero, en fin, asuntos todos estos bastante residuales y escasamente influyentes en la enorme Europa.

Pero no: se aproximan las elecciones en Francia y algo hay que hacer. Si uno tiene un ministro de cultura pederasta; ha pretendido colocar al niño de jefe donde la pasta parisina o anda machacando a palos a los inmigrantes de norte a sur, lo mejor es inventarse un debate. Y esta ya es una alternativa más seria porque nadie como los extremistas de centro para la cosa de la identidad

¿Alguien quiere convertirse en un defensor cultural? ¿Desea cantar la revolucionaria Marsellesa una vez al año? ¿Quiere mirar a la extrema derecha y no temblar? Hágase buen francés. El Gobierno ha decidido un debate que, justo, justito, tiene que acabar en dos meses y medio: que no se diga que los franceses no son eficaces. Coincidencia el que se trate de un mes antes de las elecciones regionales (Febrero).

Como todo buen debate el resultado ya se conoce antes de empezar: Marsellesa e intervención en el sistema educativo por enseñantes y voluntarios. O sea, lo de siempre y como en todas partes. Cosas relevantes porque, como se sabe, “Francia está enferma” y amenazada por el burka, algunas costumbres foráneas y, sobretodo, muchos, muchos emigrantes.

Por que esto es fundamental. Si queréis ser “un buen francés” debéis saber quienes son los malos. La identidad siempre se piensa frente a otros: un día se empieza por los tribunales, otro por los policías, se sigue por los gays y se acaba con los emigrantes, que se las llevan todas. Cosa que, desde el año 2001, ocurre en todas las elecciones en Francia: el precio que Le Pen se cobra una y otra vez.

No es casualidad que el anuncio de tan relevante asunto lo haya hecho el Ministro de la Inmigración Eric Besson que, por la naturaleza de su cometido, sabe bien el tipo donde están los verdaderos enemigos de Francia. Allí donde el estado de bienestar se deshace entre corruptelas y clientelismos, ya están los reaccionarios para salvar el impulso patriótico.

Hacer sociedad y trabajar juntos; viejas aspiraciones de progresistas que no sirven de nada. Por que en este mundo de reflexión estratégica, lo que mola es el chiringuito nacional; perdón la identidad, la identidad….