Cuando el profe es el sheriff: prietas las filas, muchachos

Se veía venir. Cuando el tonto apunta (el Defensor del pueblo, por un poner) siempre hay un carca ( la lideresa, por ejemplo) que dispara. Reclamó Mújica el trato de Usted y la autoridad y la Aguirre les ha dado placa de policía.

Lo de menos es que hiciera falta (las faltas a los profesores ya eran perseguidas por la fiscalía); lo importante es que mientras el fracaso escolar se desliza en la Comunidad de Madrid hacia cotas cada vez mas altas la cuestión se sitúa en la cosa disciplinaria.

Naturalmente, pertenezco a un club secreto: el de los que, por supuesto, no sabemos nada de educación. Nadie como la lideresa para saber lo que pasa en las trincheras; a ver si te crees que esto de la educación es cosa sutil: para nada; es materia de orden público.

La vida de los niños y niñas. amigos y amigas, exige, faltaría más, una figura de autoridad. El profesor ya no es un mentor, un tutor. Para nada: es el sheriff. Y ya se sabe, forastero, que en el aula no hay sitio para dos.

Siempre que la gente recurre al argumento de autoridad es que se les han acabado los otros argumentos. Cuando el ordeno y mando vale más que la sicología o la gestión en el aula, la educación abandona ante los gritos, palmetazos y todas esas cosas que muchas generaciones recordamos.

El educador sufre y tiene, sin duda, ante sí innumerables retos. Uno es el de lograr el respeto, cosa que la carcuncia siempre ha confundido con la autoridad. Creer que el currículo formativo se basa en el grito de los pistoleros es alejarse de cualquier norma sicológica. Claro que para resolverlo están los políticos que creen que es la legislación y no la expresión cultural quien corrige la conducta (luego, son liberales).

Casi todos los que trabajamos con la creación de una cultura en nuestro entorno ,sea en el aula o en el mapa de la comunicación, eso que ahora llaman “mentoring” y siempre se llamo enseñar lo que se sabe, conocemos que nuestra autoridad deviene de procedimientos. La lideresa ha decidido privar a la educación madrileña de esos procedimientos, y de los medios para conseguirlos.

Pues nada. La cosa es poner a la Guardia Civil en las aulas; pasar a la chiquillería por el cuartelillo y a los padres por la oficina de las multas. Que no se diga que la derecha no se preocupa por la educación; la letra, amigos y amigas, con sangre entra: la autoridad ha vuelto.