¡Oh cielos!: si estamos en la cola, pues, no somos líderes planetarios.

Si Leire ha dicho que somos líderes de la progresía planetaria, lo somos. Si nos ha anunciado que estamos preparados para una fusión con Obama que conturbará hasta el último rincón de las galaxias, lo estamos. Liderazgo progresista en transparencia y calidad democrática, faltaría más.

Si los indicadores esos del Banco Mundial nos colocan los últimos de La Unión Europea y la OCDE en materia de gobernabilidad es porque se han vendido a cualquier agente neoliberal, por supuesto. Leire y Pepiño, estad tranquilos, ya están buscando al culpable: de hecho, han preguntado al faro y guía de occidente, El País, si el sastre de Camps haría alguna declaración al respecto para que se aleje de ZP tamaña y felona acusación.


Es que sólo un agente de la caverna puede afirmar que en materia de buen gobierno estamos peor que en 2003. Desconfiemos, ahora mismo, de estos indicadores que colocan a la cabeza de la clasificación a un país, Luxemburgo, parangón del secreto bancario. Cosa que, como todo el mundo sabe es ejemplo notable de calidad democrática.


Otros expertos, estos filoprogresistas, ya habían reducido la calificación democrática de España. Aunque naturalmente no se atrevieron, menos en presencia del áureo opinante Felipe González, a establecer comparaciones onerosas habida cuenta de que nadie, salvo los del capitalismo inmoral - que levante la mano el que lo sea- es culpable de estas cosas.


Pero no sólo esos malditos indicadores se han atrevido a empañar nuestro planetario liderazgo en materia de debilidad contra la corrupción sino que salimos mal parados en materia de eficacia gubernamental. No nos asustemos; estos felones que elaboran indicadores sin consultar a Leire no han podido destrozar nuestra imagen patria y nos han dejado por encima de Italia, Grecia y Chipre. Muy tranquilizador.


Bien está, modesta y antipatriota opinión, que alguien nos recuerde a quien nos preocupa la democracia que un problema de fondo recorre nuestra cultura política, o antipolítica, según se mire. La cuestión moral o la ineficacia de lo público no son episodios judiciales sino comportamientos cuya raíz está en otra parte.


La paradoja, para quien quiera entenderlo, es la que sigue. La descentralización de la gestión pública (o sea la privatización), donde anida la raíz de la corrupción y el negocio fácil, no ha cumplido la promesa de hacer lo gubernamental más eficaz. Al pozo el gozo de todos los desreguladores que en España han sido, socialdemócratas o conservadores.

Nos hemos ido haciendo menos eficaces y menos limpios, precisamente, a medida que había menos estado. ¡Albricias! Que buen argumento dirá la izquierda mientras pierde elecciones y Leire y Pepiño buscan a quien echarle la culpa. En fin, que otra vez los últimos de la fila en buen gobierno y sin liderazgo planetario.