Enrico Berlinguer: quando eravamo storia (cuando la historia éramos nosotros).

11 de junio de 1984, hace 25 años: moría Enrico Berlinguer. Decían de él que era antiguo porque era un tipo con moral.

En aquellos años, a pesar de todo, los de mi quinta aún sabíamos que éramos de los nuestros y, también, sabíamos que éramos de los suyos. Un hombre de la justicia, heredero de Togliatti y Longo, que había sabido renunciar al culto a la personalidad, un tipo que parecía amable y sencillo: ah, era Secretario General del Partido Comunista Italiano.

Tenía, a su muerte, 62 años. Había nacido en Cerdeña en una familia aristocrática y antifascista. Fue Secretario General entre 1972 y 1984. Abanderaba el diálogo entre las culturas políticas; le irritaba cualquier sectarismo; era un defensor de la democracia; primer enemigo de los terroristas de las Brigadas Rojas, que acabaron con la vida de Aldo Moro y la posibilidad de un compromiso para cambiar Italia.

En una campaña europea como la que acabamos de sufrir, cuando los españoles no éramos europeos, cuando seguíamos con envidia la campaña por la radio, supimos que, en la noche de Padua, Enrico Berlinguer había caído fulminado tras concluir, con dificultad, su último mitin.

Ya padeciendo un derrame cerebral, vacilando, dejo sus gafas en el atril y pronunció sus últimas palabras: “podemos tener mil defectos, pero nadie que sea honrado podrá negar nuestra seriedad, nuestro apego a la democracia, nuestro empeño en defensa de las instituciones y del pueblo… Seguid vuestro trabajo..., id casa por casa…, calle por calle..". Tras esas palabras entró en coma, para morir el día 11.

Aprendimos de él que se podía decir que no al “diktak” de Moscú; amar la democracia; pactar con los demócratas; aparcar el odio; mantener cierta idea de la moral y la justicia sin recurrir a tres tomos de ningún libro. Supimos que se podía cambiar la vida, mientras esperábamos a cambiar el mundo.

Aquella misma semana, sustituido por Pietro Ingrao en la candidatura europea que él encabezaba (hubo un tiempo en que los buenos políticos amaban presidir las candidaturas europeas), el PCI gano, por primera y única vez, a la Democracia Cristiana. Por cierto, también la Thatcher perdió aquellas elecciones. Va a ser que hubo un tiempo donde la izquierda podía ganarle a la derecha.

Pero he venido aquí a recordar a Enrico, un hombre de la justicia, al que Montanelli ponderó su honestidad y, sobre todo, a quien nos enseño que “la historia somos nosotros” (la storia siamo noi). Un hombre de lucha, si, pero, especialmente, de esperanza. Porque, creedme, la esperanza no es el opio del pueblo.

Ciao Enrico, aquí echando de menos a gente como tú y los días en que la gente honesta influía en política.