O sea: que Dios es como el amigo invisible.

Venía yo ayer por la tarde de mi siesta, tras las primeras sardinas en chiringuito del año, no sé si os he comentado que ando por aquí de navegante, y me he dicho: hace mucho que no me paso por mis enlaces científicos. Y helo, encontré la solución a una incógnita que por siglos nos ha conturbado: los que hablan con Dios es que no tienen un amigo a mano.

Si, si; nada de fe, ni nada transcendental, ni místico. Resulta que nuestro cerebro usa las conversaciones con Dios como cualquier niño solitario habla con su amigo invisible. O sea, que no le faltaba razón a Machado quien habla solo es como si hablara con Dios. Así que Benedicto, deberías hablar más con la gente, hazte amiguitos aunque sea por internet.

Esto no son cosas mías, insisto: Un grupo de científicos ha examinado las respuestas del cerebro de un grupo de creyentes comprometidos con la búsqueda del confort espiritual a través de un diálogo con Dios, descubriendo que activa las mismas zonas que una conversación normal.
El brillante investigador, siempre pensando los científicos en cosas útiles y prácticas, se llama Uffe Schjodt y pertenece a la Universidad de Aarhus en Dinamarca y su trabajo ha sido publicado por la revista británica New Scientist, siempre muy atenta a las investigaciones más útiles.
La prueba era elemental, el investigador pedía que se recitara un Padre Nuestro y una canción de cuna para los niños: en ambos casos, en la resonancia magnética que muestra el cerebro se iluminan áreas asociadas con la repetición y, en el caso de la plegaria, las áreas de relación con las personas.
Así que nada de extraordinario. Los que hablan con Dios, es como si hablaran con cualquiera, lo que desciende el nivel de categoría divina bastante. A favor de Dios habrá que decir que Santa Claus no produce el mismo efecto ya que se considera una leyenda; no hemos investigado a otros dioses.

En fin, Benedicto, los tuyos necesitan amigos.