Las tripas de América no son lo que eran.

“Lo que es bueno para la General Motors es bueno para América”. Esto es lo que decía el lema de los años veinte de la compañía automovilística; una época en la que sólo uno de cada diez americanos tenía coche. Era bueno para la GM que se construyeran autopistas, primara el coche privado sobre el público, se debilitara el ferrocarril. Y sobre todo, era buena la multinacional americana.
Pues bien, la GM ha sido la última en enterarse pero América ya no quiere lo que la GM quiere. De hecho, Él, Obama, les ha dicho, primero que despidan al jefe y, segundo, que o se plegan o se van a la quiebra. Gozad del momento soviético que dudo que vuelva a repetirse.
La verdad es que América es como la GM: menos competitiva, con las tripas hecha trizas. Más o menos como la década de la Thatcher dejó a los ingleses.
El mundo ha cambiado de tal forma que el modelo de la General Motors ha terminado: con mercados de consumo cada vez más segmentados por los gustos, el consumo, la competencia y la cultura de la sociedad global, la voluntad de los gestores de la GM, su producto no tiene suficientes mercados.
GM es como América: no es competitiva ante la aparición de las pequeñas marcas, japonesas o coreanas, que con menos costes producen iguales o mejores productos.
Así que, como va la cosa, Obama deberá poner pasta y buscar nuevos dirigentes e imponer alianzas. Han impuesto una alianza de la FIAT con la Chrysler: a ver quien aguanta al Presidente del Milán diciendo que los italianos van a salvar a Obama. Inaguantable, me temo. Y, a ver cuánto aguanta la FIAT, claro.
Queda poco para que nos refunden el sistema. La impresión que va dando desde las destrozadas tripas de América hasta las no menos destrozaditas de la Caja de la Mancha es que aun no nos hemos enterado de la mitad de lo que pasa. Obama si: y me temo que lo que está organizando es una hermosa fiesta americana que pagaremos los europeos.