El día de la ceniza

Andáis aún con la última resaca de Carnaval. Aún cantáis y reís paseando sardinas. Ah, crédulos: arrepentíos. Del otro lado de la Ciudad llega una onda imparable: el morado se apodera de los tabernáculos; centenas, que digo, millares de devotos encenizan su frente y, obispos y curas, siempre atentos a la evolución estacional del negocio, anuncian la cuaresma.

“Recuerda que eres polvo…” Hay aquí un problema de coherencia entre símbolo y mensaje: así no hay quien se convenza de que la pasión católica es alegría. No debían ser muy alegres antaño aquellas fechas de cierres de mancebías (si; es que el día de la ceniza se iniciaba lo de las “putas en cuaresma”), de primeros ayunos en tiempos de hambrunas o de discursos en las plazas de inquisidores y “picos de oro”. Que dura es la cuaresma.

Oración, ayuno y limosna. Podría ser la receta de Solbes frente a la crisis (velita a San Obama; ahorro para no vivir por encima de nuestras posibilidades; y caridad frente a gasto público) pero no: es la receta anual del Vaticano por estas fechas. Amigas y amigos, quedan cuarenta y seis días para Pascua (Cuaresma – cuarenta-, porque la iglesia romana no cuenta los domingos).
Cuando era niño, el miércoles de ceniza era la inauguración de la cuaresma: o sea, las primeras torrijas y los cartelitos de “Vigilia” en las tabernas, el día en que la sangre encebollada daba paso a las acelgas y los garbanzos. Aquella cosa contradictoria de que te pasaran por la leche de los americanos mientras te hablaban de ayunos obligatorios, silencios impuestos, iglesias cubiertas de morado y frentes cenicientas.
Con la cosa del “low cost” y el Marketing ya habréis pensado donde pasar la semana santa. Porque lo vuestro, pecadores, es pasar de sardina a pascua sin recato alguno ni paréntesis reflexivo.

Pues nada: a por ello, mientras centenas, que digo, millares de frentes reciben la ceniza que viene de las palmas del último domingo de ramos. Que se arrepientan. Arrepentíos.

“Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris (Recuerda, hombre, que eres polvo y que en polvo te vas a convertir)”. A que no se acaba de pillarle la alegría al asunto; a que no.