¿Morirá el mercado de escribir?

Leo en Tíscar.com las conclusiones del informe “la Lectura en España en 2008”. En Futuribles, Juan José Millás alaba a los lectores y, de paso, a los libros y los escritores.

Sin embargo, cada vez que hablo o leo con alguno de ellos (escritores, periodistas) percibo una especie de amargo fin de fiesta. El pasado 8 de enero, en un grupo de Linkedin, un escritor planteo como discusión la muerte del negocio de la escritura

Había observado el gran número de medios, especialmente on line, que invitan a escritores a publicar gratis o a bajo coste. ¿Estoy solo, acaba diciendo Michael Mcbride, en mi temor por el futuro de la carrera de escritor?
Pues al parecer no está sólo. En apenas dos días, 27 personas se pusieron a escribir con alarma sobre el asunto. Percibo tres líneas de debate al respecto. En una, se identifican a los sospechosos habituales: aficionados a escribir, periodismo ciudadano, escritores con ganas de promocionarse, extranjeros de bajo precio y, pásmense, alguien ha encontrado amas de casa que escriben para ganarse un sueldecillo compitiendo, que escándalo, con escritores profesionales.

Un segundo argumento es la calidad. Puesto que el trabajo, especialmente en la red, es de mala calidad, “la crema subirá a la superficie” y los buenos cobrarán. Este elitismo es el mismo que vienen utilizando los editores de periódicos impresos para justificar su asedio a internet mientras, por cierto, reducen el precio del periodismo, pagando miserables pagos por pieza.

Por último, hay quien anima a los escritores a comportarse con cierta racionalidad económica, buscando nichos de mercado en los que su habilidad pueda ser rentable o complementada con otras actividades. El mundo corporativo ha ofrecido, antes de la crisis, posibilidades en estos aspectos. Aunque no falta quien advierte que la tecnología favorece a los aficionados.

La elaboración de contenidos para la red y en la red ha cambiado el mundo de la edición y la escritura. Esto es evidente. Sospecho que somos muchos los dispuestos a compartir ideas, generar noticias y empaquetar palabras, y encima a no cobrar ni defender los derechos de canon. Imperdonable.

Veo demasiada energía para detener lo inevitable en lugar de reflexionar sobre el modelo de negocio.

Sostengo tres ideas al respecto: el periodista, escritor, encuadrado en un medio, debiera sindicalizar la defensa de sus intereses; los editores debieran refundar, ahora que está de moda, su negocio: volviendo a la empresa de las noticias “sin burbujas”. Y, por último, sostengo que debería alentarse no tanto la producción de información, probablemente ya hay demasiado ruido, como el análisis.

Creo que vienen tiempos donde el producto no es la noticia sino sus razones.