ACQUA ALTA

Hoy no escribo de este peregrino mundo y sus cosas. Hoy escribo, en realidad, sobre una sirena.

Se oye una sirena que rompe el silencio nocturno. Es la sirena que avisa a la ciudad dormida de la crecida del agua. Ha llegado el “Acqua Alta”. .. Y, entonces, eso debe ser Venecia.

La cosa es que hoy la sirena ha sonado. 156 centímetros ha subido el agua, el nivel más alto en los últimos veinte años. Ha subido demasiado alto y demasiado rápido para que los trabajadores municipales hayan podido poner esas maderas que permiten superar las inundaciones. Trabajadores y turistas no han salido hoy de sus casas y sus hoteles.

Las pobres infraestructuras venecianas tardarán en recobrarse y los edificios más emblemáticos, hoy medio hundidos, sufrirán un poco más pero nos prometerán, sin embargo, un tiempo más sin derrumbarse.

Hoy, los venecianos habrán jurado en cualquiera de sus muchos santos. El olor habrá sido bastante insoportable, las basuras navegarán por los canales y todo glamour o romanticismo que se os ocurra habrá sido tragado por la laguna…y, sin embargo, mañana volveremos a leer el periódico, buscaremos la altura del agua y soñaremos con viajar una vez más.

Ya sabéis, con tomar un café al modo “guiri” en Santo Stefano o perderse en el callejeo canalla al modo del Corto Maltés o sea, un "ombra" en San Polo, un “spritz” en Santa Margarita, algún rincón esotérico o masón en la judería o, simplemente, nos imaginaremos rezando por encontrar los últimos cangrejos, eso sí a precio de oro.

Y es que, aunque en la línea escondida de los informativos, sepultada por las miles de cosas que desde Bombay a Wall Street han ocurrido hoy, merece ser saludada esta sirena que vigila nuestros sueños venecianos.

O eso me parece a mí, que me pasa lo mismo que a Byron con Shelley: él cree en la utopía, yo creo en Venecia.