En Marzo, el Popular tenía
unos 305 mil accionistas que
han sido separados abruptamente de su capital en el Banco Popular y buscan
desesperadamente abogados. Cuando
los accionistas piden socorro, el sistema se retuerce de risa hasta las
costuras.
El pequeño accionista, el que en
realidad más que inversor es un ahorrador, constituía la masa accionarial
más relevante del Banco Popular. Los que tenían menos de mil acciones,
suponen más del 60%, y llegaron a
acumular un 2% del capital del banco, hoy volatilizado como el de
los demás accionistas.
No me
agrada que nadie pierda patrimonio. Pero molesta que quienes han sido
determinantes para la pérdida de valor de la entidad hayan arrastrado, de
nuevo, a pequeños ahorradores.
Pueden Ustedes creer, qué vamos
a hacerle, que cierto odio de clase me lleva a conmoverme más por estos minoritarios
que por saber que el Opus tendrá
que quebrar, que algunos ricos
intratables han perdido un fascal o que Allianz y Pimco se han dejado una pasta.
En
realidad no me agrada que nadie pierda su patrimonio, lo que me molesta es que
unos imbéciles que se han visto separados de su dinero por especular, maniobras
torticeras, poder o, simplemente, por ver quien la tenía más grande, la cartera
quiero decir, sean los que han
arrastrado a modestos inversores a la pérdida de unos magros
ahorros.
Es cierto que no puede llamarse a ignorancia. Se
sabía que, desde el 2016, no habría rescates con dinero público y serían accionistas, bonistas y acreedores quienes
primero pagarían el pato. No ha sido la ignorancia lo que ha llevado a estos
modestos accionistas a perder sus ahorros, sino la confianza en gestores
venales, que no han dicho la verdad
sobre la entidad ni en caso de emergencia.
No deja de formar parte del
asombro que los reguladores, una vez más, hayan permitido la opacidad y, más aún, permitido las jugadas
de los bajistas que, además de hacer pasta y destrozar el valor de la entidad,
han provocado las salidas de depósitos, probablemente con alguna complicidad interior.
Apenas minutos después de
conocerse la noticia, los carroñeros
habituales, los grandes bufetes de esos que contratan futbolistas
para anunciarse, se han lanzado sobre los pequeños accionistas. Filón
inacabable de demandas que vengan a sustituir a los desaparecidos accionistas
de Bankia o afectados por cláusulas suelo que habían dejado de ser negocio.
Este
capitalismo que nos toca, más que popular se ha hecho populista. Y los más afamados abogados esperan
su encuentro con no menos afamados jueces, apuntados al populismo judicial.
Fácil lo tienen:
administradores, comercializadores, aseguradoras, auditoras, tasadoras, los que
hacían test de estrés, toda clase de reguladores han avalado los datos de una
institución a la que ha matado el pánico, más que los números y la
opacidad. Habrá paseillo judicial,
programas televisivos y esas cosas que tanto gustan.
Ya les adelanto que como la venta es cosa europea, no habrá mucho
ruido contra Bruselas, pero contra la fallida ampliación de capital
habrá auténticas procesiones que, encabezadas por pequeños accionistas, le
harán el trabajo a los grandes.
Mexicanos y Chilenos ricos,
fondos de inversión, aseguradoras de gran peso, esperarán el atinado juicio
populista, para pasar por caja. En
el capitalismo popular, cuando los accionistas piden socorro, el capital se
carcajea.
La misma ley salvará al modesto
ahorrador que al Opus, y la carcajada de los más venales gestores atronará los
despachos de JP Morgan que,
como habrán visto, esta en todas.