No son las banderas. Lo que jode es la impostura; el cinismo
político y el ético y las máscaras.
Molesta que se ignore la utilidad de los poetas y se entrone el postureo. Lo
que hiere es que descubran el valor de la comunicación y la estrategia
electoral quienes llevan décadas denostándolo.
Los restos sumergidos de la otrora izquierda de verdad verdadera
han emitido, desde secretaría andaluza antaño sede de guardianes de esencias y
portavoces comunistas más antiguos de la Europa occidental, circular por la que
previenen el uso de banderas rojas y rotas.
No son las banderas. Lo que jode es el cinismo político de que se
venga a reconocer lo que hasta ayer era motivo de expulsión de los que
estorbaban: que las elecciones no son tiempos de ideología sino de la agenda de
la ciudadanía.
No son las banderas. Lo que jode es el postureo. Lo de ser pero
que no se note o lo de no ser pero que lo parezca, eso si, en el interior del
armario. No; no son las banderas; es el denonado esfuerzo por disfrazar lo de
ser socialdemócrata en lugar de los socialdemócratas, el renovado abrazo al
bipartidismo, ahora redescubierto.
No son las banderas. Lo que jode es la inconsistencia ética. La de
quienes llenaron de insultos a los que afirmaron que la prioridad política era
la agenda social antes que la pulsión republicana y ahora la esconden como
rescoldo que mancha. No son las banderas. Es la súbita, y teatral, mutación en
instrumentos interclasistas y transversales lo que produce risa.
No son las banderas. Lo que jode son las máscaras. Los
enmascarados y las enmascaradas; los viejos vinos en botellas que ni son
nuevas. No son las banderas. Son las artimañas para ofrendar sorpassos a la
derecha.
No son las banderas. Lo que jode es la impostura. La de los predicadores
de antaño, que mientras malcopiaban
ideas de Gramsci o se reunían en balcones con las derechas hoy se reconvierten
en ansiosos buscadores del poder a cualquier precio. No son las banderas. Es
despreciar propuestas de gobierno de izquierdas hace un par de días, para
renunciar a las propias, al siguiente.
No son las banderas rojas y rotas. No importa que estén sobre la
mesa o en un armario. No son las banderas, estúpidos, es vuestra agenda la que
nos alerta de que solo son adornos que estorban, porque lo que importa no es
nuestra agenda sino comprar París por un escañito y una misa de nuevo converso.