Bienvenidos, bienvenidas a nuestra verdadera clase social.
Ustedes, antiguos payasos tristes, pitufos y pitufas gruñones, despójense de
una vez de su modernizador hábito de obrero que les confirió la revolución
industrial y sus fenecidos sindicatos.
Ahora, de nuevo, sabemos quienes somos. Se acabó ese estrés de no
ser ni casta, ni gente. Somos “el elemento plebeyo”, como nos han bautizado los
asesores del partido de los asesores, en sesudo informe.
Me había propuesto ignorar durante un tiempo a estos nuevos y nuevas profetas de la ira, pero he aquí que, día tras día, somos informados de nuevas categorías intelectuales y nuevas metodologías sociales, por la muchachada elaboradas.
Somos, sépanlo, la foto que debe acompañar a los cabreados hijos de la clase
media, venidos a menos desde que la crisis les arrebatara los ahorros de papá y mamá, las becas follasmus,
las mamandurrias universitarias y todas las demás cosas
que se pagaban con los impuestos de la plebe.
Gracias a los asesores del partido de los asesores, sabemos que las
campañas de la nueva política se hacen como las de siempre, a base de discursos
armonizados, construidos por ajenos a la causa, como se introdujo en la
política española de los ochenta. Entonces se enviaban por fax, ahora por
correo electrónico.
Los asesores, como antaño, encuentran responsabilidades en que la
nueva política no barriera al PSOE en las municipales fuera de su trabajo. No es culpa suya y de
sus atinados consejos: es que no pusieron fotos del “elemento” plebeyo” en los
carteles.
El hallazgo de los asesores del partido de los asesores tiene
mérito y enjundia intelectual así como eficacia comunicativa. Se establece
distancia peyorativa con los trabajadores y trabajadoras, a los que niega la
condición de sujetos de cambio alguno. Se rompe con la raíz de la vieja
izquierda, reducida a la condición de desarrapado populacho. Se coloca en el
centro de la comunicación a los hijos cabreados de la clase media.
Si siguen necesitando la foto del “elemento plebeyo” no es porque
signifiquemos nada sino porque no hay aristocracia sin caridad con la plebe.
Nada mejor para acompañar a una pandilla de putos pijos cabreados que la puta
plebe sumisa, es lo que vienen a decir los asesores del partido de los
asesores.
Es, naturalmente, una muestra de sinceridad de cómo se concibe la
nueva política: la plebe es la clase que se separa de los estamentos
aristocráticos. Esta nueva aristocracia, robados los símbolos de la vanguardia desde el puño al canto airado, quiere al elemento plebeyo para hacerse la foto, de coro que demande una vicepresidencia para el pijo al que la plebe arropa. Fíense menos de lo que escuchan y
lean a los asesores del partido de los asesores.
Si; estábamos desubicados entre casta y gente porque nos faltaba
nuestro estamento natural. Somos la puta plebe, a ver si se enteran y se me
hacen una foto con esta pija y aristocrática muchachada, no sea que por su
culpa pierdan votos.
O sea, “que te ondulen con la permanen”, asesor de pijería, mientras nosotros y nosotras nos refugiamos en las banderas
rotas de la plebe.